El Gran Día en el Jardín



Era un lunes soleado y cálido, el tipo de día que hacía que el cielo pareciera una gran manta azul. En la entrada del Jardín de Infantes 'Los Pequeños Exploradores', los niños comenzaban a llegar emocionados, acompañados por sus familias. Algunos venían en auto, otros en colectivo, y algunos hasta en bicicleta. La entrada era un torbellino de risas y nervios.

- ¡Mirá! ¡Ahí vino el Pato en moto! - exclamó Tato, señalando a su amigo que giraba la esquina con su papá.

- Sí, ¡y parece que trae una gorra que brilla! - respondió Mila, con sus ojos bien abiertos de asombro.

No todos estaban tan emocionados. Algunos niños, como Lía, se aferraban a la mano de su madre, mirando alrededor con temor.

- ¿Y si no encuentro a mi papá? - susurró Lía, su voz temblando un poco.

- ¡Vas a estar bien! - la animó su madre. - Mirá, hay muchos amigos para jugar. ¡Esto va a ser divertido! -

Mientras tanto, Santiago llegó caminando acompañado de su hermana mayor. Ella le decía casi al oído, como si fuera un secreto:

- Si te asustás, solo tenés que contar hasta tres y pensar qué jugarás primero.

- Pero, ¿y si no encuentro un amigo? - Santiago se rascó la cabeza y miró al suelo.

- ¡Claro que sí! ¡Vamos a formar nuevos grupos! - dijo su hermana con una sonrisa.

A medida que el sol seguía brillando, los padres se despidieron de sus pequeños intrépidos. Algunos niños se sentían un poco tristes por la separación, como Juan que miraba a su mamá alejarse, pero al mismo tiempo, la emoción de un nuevo día lo invadía.

- ¡Chicos, bienvenidos al Jardín de Infantes! - gritó la seño Valeria, sacando a todos de sus pensamientos. - Hoy comenzamos con un gran juego.

El primer juego era una búsqueda del tesoro. Divididos en grupos, los niños iban a buscar diversos objetos por el jardín. Aquellos que temían estar solos se sintieron aliviados al encontrar a sus amigos más cercanos en el mismo equipo.

- ¡Vamos a buscar un juguete de dinosaurio! - gritó Tato, señalando hacia un gran arbusto.

- ¡Quizás está escondido debajo de esa piedra! - sugirió Mila.

Las risas resonaban mientras corrían y buscaban. En medio del juego, Lía decidió unirse a ellos, dejando atrás sus preocupaciones. Todo se volvió diversión cuando se encontraron con un pequeño dinosaurio de juguete escondido en un arbusto.

- ¡Lo encontramos! - gritaron todos juntos, llenos de alegría. Lía sonrió por primera vez desde que llegó.

Después de una intensa búsqueda, la seño Valeria convocó a todos los niños para contar sus experiencias.

- Nos sentimos solos al principio, pero ahora somos un equipo. ¡A veces lo que más tememos puede volverse divertido! - dijo Lía, mirando orgullosa a sus amigos.

Sin embargo, de repente, en medio de la charla, se escuchó un grito de sorpresa. Era Sofía, que había encontrado un huevo enorme, que parecía un huevo de dinosaurio.

- ¡Miren esto! ¡Es un huevo mágico! - dijo, mostrando su hallazgo.

- ¡Es muy grande! ¿Qué hacemos? - preguntó plantas, un niño que siempre buscaba aventuras.

- ¡Vamos a cuidarlo! Puede que se convierta en un dinosaurio real - respondió Lía emocionada, olvidando que antes tenía miedo.

El grupo decidió hacer un cuidadoso nido para su huevo. Todos los niños se unieron, recogiendo hojas, ramitas y bastante imaginación. Mientras trabajaban juntos, el juego transformó el miedo inicial en entusiasmo y compañerismo.

Al finalizar la jornada, la seño Valeria los reunió nuevamente. - Hoy aprendimos que al unir fuerzas y ayudarnos, no hay miedo que nos detenga. ¿Todos están listos para ser los mejores cuidadores de un dinosaurio?

- ¡Sí! - gritaron todos a coro, ahora llenos de confianza y alegría.

Cuando llegó la hora de irse, todos dijeron adiós a sus amigos, no sin antes hacer un pacto de regresar al día siguiente para seguir cuidando el “huevo mágico.” Lía, ahora aliviada, se despidió con una gran sonrisa.

- ¡Hasta mañana, equipo! - dijo Tato.

Algunas familias se llevaron a sus niños a casa, llenos de historias y risas, cada uno con su propio relato de cómo enfrentaron sus miedos y se divirtieron juntos. Lía, Santiago, Tato y Mila sabían que, aunque al principio se sintieron perdidos, estaban listos para cualquier aventura que les esperara en el jardín.

Así, el Jardín de Infantes 'Los Pequeños Exploradores' no solo fue un lugar de juegos, sino un refugio donde las emociones eran válidas y cada niño aprendería a ser valiente junto a sus amigos.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!