El Gran Diente de Regina



Era una hermosa mañana en el jardín de infantes. Los rayos del sol iluminaban el patio mientras los niños corrían y jugaban. Regina, una niña de cinco años, era la más intrépida de todas. Le encantaba deslizarse por la resbaladilla, hacer piruetas en el columpio y desafiar a la gravedad mientras caminaba sobre las vigas del parque.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en la cancha, Regina decidió que era hora de realizar una acrobacia espectacular.

- ¡Voy a dar una voltereta desde la viga! - gritó entusiasmada.

Sus amigos la miraron con ojos grandes y brillantes.

- ¡Sí, Regina! ¡Eres la mejor! - animó Tomi, su mejor amigo.

Regina caminó con cuidado por la viga, sintiendo que sus pies se balanceaban en el aire. El viento jugaba con su cabello y una sonrisa iluminaba su rostro. Cuando llegó al final, tomó un gran impulso y se lanzó en una voltereta... ¡pero de repente, se resbaló!

- ¡Aaaaah! - gritó mientras caía al suelo.

Regina aterrizó en el césped y, aunque se sintió un poco mareada, rápidamente se levantó. Cuando se pasó la mano por la boca, notó que algo estaba diferente.

- ¡Ay, no! - exclamó, tocándose un diente aflojado con la lengua.

Se acercó a sus amigos, que estaban preocupados.

- ¿Estás bien, Regina? - preguntó Sofi.

- Me caí y se me aflojó un diente - respondió Regina, ligeramente asustada.

- ¡No te preocupes! - dijo Tomi, tratando de calmarla -. ¡Esto le pasa a todos! Tu diente va a caerse y luego te va a crecer uno nuevo.

Pero Regina, aunque sabía que eso era cierto, se sentía un poco insegura.

- Pero y si se me cae mientras hablo o mientras como... ¡qué vergüenza! - dijo Regina, frunciendo el ceño.

- ¿Vergonzosa? ¡Para nada! - exclamó Sofi. - A todos nos ha pasado. ¿Sabías que eso es un signo de que estás creciendo?

Regina respiró hondo, intentando animarse.

- ¿En serio? - preguntó, con un brillo de curiosidad en sus ojos.

- Claro - asintió Tomi -. Es como cumplir un mini hito en la vida.

Entonces, Regina se acordó de la historia que su mamá le había contado sobre los dientes de leche.

- ¡Es verdad! - reflexionó Regina, sonriendo. - Me convertí en una niña grande.

Decidida a enfrentar su pequeño inconveniente, Regina pidió ayuda a la maestra.

- Miss Clara, se me aflojó un diente - dijo valientemente.

- Eso es fantástico, Regina - respondió la maestra con una sonrisa. - Significa que estás creciendo. ¿Sabes? Puede que dentro de poco te visiten algunos ratones...

- ¿Ratones? - interrumpieron los niños con curiosidad.

- Sí, los ratones de los dientes - explicó Miss Clara. - Dejan sorpresas a cambio de los dientes que se caen.

Regina sintió un cosquilleo de emoción al pensar en la posibilidad de recibir una sorpresa. Esa noche, cuando llegó a casa, decidió que no iba a llorar por un diente aflojado. Más bien, lo vería como una gran aventura.

- Mamá, ¡se me está por caer un diente! - pronunció con entusiasmo. - ¿Puedo dejarlo debajo de la almohada?

- ¡Por supuesto, mi pequeña aventurera! - respondió su mamá mientras le daba un abrazo.

Esa noche, Regina puso su diente debajo de la almohada con una gran sonrisa. Se quedó pensando en lo que le podría dejar el ratón. Así, se durmió llena de ilusión.

A la mañana siguiente, al despertar, su corazón latía con fuerza. Miró debajo de la almohada y ¡sí! Allí estaba una moneda brillante y una nota que decía: "Para la niña más valiente del jardín. Sigue soñando y creciendo. ¡Felicitaciones!"

Regina sonrió y decidió que a partir de ese día, cada vez que se caía o tenía un pequeño inconveniente, lo vería como una oportunidad para crecer y aprender, con valentía y alegría. Y así,, Regina se convirtió en una verdadera maestra del juego y la aventura, siempre lista para enfrentar lo que la vida le traiga, un diente a la vez.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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