El Gran Encuentro de Culturas



Una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y sonrisas, se celebraba el Día de la Diversidad Cultural. Niños y niñas de todas partes del mundo se habían reunido para compartir sus historias, sus juegos y, por sobre todo, su cultura. En la plaza principal, donde el sol brillaba y las flores danzaban con la brisa, estaban Ana, de Argentina; Sabir, de la India; Mei, de China, y Omar, de Marruecos.

Ana comenzó, emocionada de contar sobre las tradiciones argentinas. "En mi casa, cuando hacemos un asado, todos nos reunimos alrededor de la parrilla. ¡Es una fiesta de sabores y risas! ¿Alguna vez probaron el chimichurri?"

"¡No!" gritaron sus amigos en coro.

"Es una salsa muy rica, con perejil, ajo y un toque de picante. ¡Deberían venir a mi casa algún día a probarlo!"

Sabir la miró con curiosidad. "En India, tenemos una larga tradición de celebraciones también. Cada año, durante Diwali, llenamos nuestras casas de luces y hacemos dulces espectaculares. La gente se viste de colores brillantes, y juntos aprendemos a compartir y a ser generosos."

"¡Qué hermoso!" dijo Mei, con los ojos brillando.

"¿Y elegantes también?" añadió Omar riendo.

Entonces Mei se animó a contar sobre el Festival de la Primavera en China. "Nosotros celebramos el nuevo año con fuegos artificiales, danza del dragón y, por supuesto, ¡comida deliciosa! Sin embargo, lo más interesante es que los niños recibimos sobres rojos que contienen dinero y buenos deseos. ¡Es una forma de atraer la buena suerte!"

"¿Y qué hacen con los sobres?" preguntó Ana intrigada.

"¡Se abren y se celebran!" respondió Mei.

Omar, sin poder contenerse, les contó sobre el Ramadán y cómo en Marruecos, las familias se reúnen a romper el ayuno con una sopa llamada harira. "Cada tarde, cuando el sol se oculta, todos nos sentamos juntos y disfrutamos de la comida. Hacemos una gran mesa con nuestros platos típicos y también compartimos con los vecinos. ¡La gente siempre viene a visitarnos!"

Con cada anécdota, sus corazones se llenaban de alegría y curiosidad. Estaban a punto de crear una tradición de compartir, cuando de repente, un grupo de niños de otros países se acercó corriendo, trayendo consigo una gran caja sorpresa.

"¡Miren!" dijo uno de ellos. "La organizadora del evento nos dijo que traigamos algo representativo de nuestras culturas, ¡y podemos intercambiarlo con ustedes!"

Se pusieron a investigar lo que había en la caja. Cada uno sacó algo peculiar: un colorido sombrero mexicano, unas maracas brillantes, un farolito de papel japonés, y un tambor africano.

Ana tomó el sombrero. "¿Cómo se usa esto?"

"¡Es para bailar!" dijo la niña de México, moviendo las maracas.

"Vamos a hacer una pequeña fiesta de culturas", sugirió Sabir, mientras cada uno tomaba una parte de la caja y comenzaba a mostrar sus tradiciones.

Por último, todos juntos decían. "Vamos a compartir lo que somos y aprender unos de otros. La diversidad cultural nos hace fuertes y felices. ¡A celebrar!"

Así fue como, en un rincón del mundo, un grupo de amigos decidió unirse y seguir celebrando la diversidad a través del arte, la comida y, sobre todo, la amistad. Más que un simple encuentro, fue el inicio de una hermosa tradición que marcó el camino a un futuro lleno de colores, sonrisas y abrazos por doquier.

FIN.

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