El Gran Encuentro de la Selva



En plena selva, cada mañana era una explosión de alegría y colores. Los animales, tan distintos entre sí, disfrutaban de un ritual mágico: saludarse.

Las cebras, con su hermoso pelaje a rayas, se reunían para chocar sus pezuñas.

"¡Hola, amiga cebra!" dijo Zuri, moviendo su cola.

"¡Hola, Zuri! ¿Listo para empezar el día?" respondió la otra cebra, sonriendo.

"¡Siempre! Vayamos a buscar algo rico para comer," añadió Zuri.

Por otro lado, en una rama elevada, los monos tenían su propia manera de saludar.

"¡Abrazos!" gritó Lio, el más pequeño de la tribu de monos.

"¡Un abrazo gigante!" respondió Tuca, aplastando a Lio entre sus brazos.

"¡Ay, me ahogas!" rió Lio mientras los otros monos se unían a la fiesta de abrazos.

En otro rincón, los cerditos disfrutaban de su momento especial.

"¡Muá!" hizo Pipi, besando con su hocico a su hermano.

"¡Buen día, Pipi!" dijo gordon, devolviendo el gesto.

"Hoy hay barro fresco, ¡vamos a jugar!" exclamó Pipi emocionado.

Los elefantes, aunque un poco más grandes, también encontraban su modo.

"¡Con cariño, amigo!" dijo Eli, envolviendo con su trompa a su amigo.

"¡Qué lindo! Siempre es un buen día para un abrazo elefantoso," rió el otro elefante.

Pero un día, la paz habitual se vio interrumpida. Un fuerte rugido resonó en la selva. Todos miraron hacia el sonido. Era Bruno, el jaguar, que estaba muy enojado.

"¡Estoy cansado de que siempre se queden en su grupo!" gritó Bruno, con su expresión feroz.

"Nadie te ignora, Bruno, solo estamos disfrutando de nuestros saludos," dijo Zuri, un poco nerviosa.

"¡Nunca me invitan!" se quejó Bruno.

Los animales, sintiendo lo desolado que se veía Bruno, decidieron actuar.

"¿Por qué no te unes a nosotros?" le propuso Lio.

"Sí, ven, ¡haremos un saludo enorme y genial!" sugirió Pipi, saltando de felicidad.

"Podemos hacerlo juntos," agregó Eli, listando su trompa.

Bruno dudó un momento, pero la sinceridad de los demás comenzó a tocar su corazón.

"¿Y cómo me saludarán a mí?" preguntó.

"¡Haremos un saludo especial!" exclamó Tuca.

"Nosotros chocamos pezuñas, abrazamos, damos besos y enroscamos trompas. ¿Qué tal si tú haces un poderoso rugido?" propuso Zuri.

El miedo fue reemplazado por curiosidad y emoción.

"Está bien, lo intentaré. ¡Pero es mi primer saludo!" aceptó Bruno con una sonrisa tímida.

Y así, todos juntos, se prepararon. Las cebras chocaron sus pezuñas, los monos se abrazaron, los cerditos se dieron sus besos húmedos, los elefantes se enroscaron y, al finalizar, Bruno alzó la cabeza y dejó escapar un fuerte y feliz rugido.

"¡ROOOAAARRR!" retumbó en toda la selva.

"¡Bien hecho!" gritaron todos, aplaudiendo.

"¡Eres parte de nosotros ahora!" dijeron los monos.

Desde aquel día, Bruno nunca volvió a sentirse solo. Todos los días, el saludo de la selva se volvió más grande y divertido, ¡incluso había un rugido como parte de la celebración!

Y así, cada animal aprendió que la diversidad y la inclusión hacen de la vida un lugar más maravilloso.

La selva, además de ser un lugar lleno de color, ahora era también un lugar repleto de amistad y unión, donde cada uno tenía su espacio y su forma especial de ser.

Y desde entonces, a los animales les gusta recordar que, aunque cada uno es diferente, juntos son capaces de crear la armonía más espectacular. Así, día tras día, el gran encuentro de la selva continuó, siempre lleno de alegría y sorpresas.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!