El Gran Encuentro de las Figuras
En un mundo muy lejano, donde todo estaba hecho de figuras geométricas, había un pequeño círculo llamado Ciri. Ciri era un círculo feliz que siempre rodaba alegre por las colinas de colores, disfrutando del sol y del suave viento. Pero, a diferencia de las otras figuras, Ciri se sentía diferente porque nunca había jugado con sus amigos: el triángulo, el cuadrado y el rectángulo.
Un día, Ciri decidió que ya no quería estar solo. "¡Quiero jugar con ellos!" - se dijo a sí mismo. Reunió su valentía y rodó hacia la plaza central, donde los demás amigos jugaban al escondite.
Cuando llegó, vio a Tri, el triángulo, que estaba contando con su voz aguda mientras todos los demás se escondían.
"Uno, dos, tres…" - contaba Tri.
Ciri se sintió un poco nervioso, pero decidió presentarse.
"Hola, soy Ciri, el círculo. ¿Puedo jugar con ustedes?"
Tri le miró y dijo:
"No sé si podrías, Ciri. Los círculos no tienen esquinas y no puedes esconderte como nosotros."
Ciri sintió que su corazón se hundía. Pero entonces, Pi, el pentágono, que siempre había sido amable, se acercó.
"¡Espera, Tri! Quizás Ciri no tenga esquinas, pero puede rodar muy rápido. ¡Podría ser una gran ventaja en el juego!"
Todos los amigos comenzaron a murmurar.
"Es cierto..." - dijo Cuad, el cuadrado, "Podría ser divertido, ¡hacer algo diferente!"
Así que decidieron darle una oportunidad. Ciri estaba emocionado y se unió al juego. Cuando llegó su turno de esconderse, Ciri se puso creativo. En lugar de esconderse entre las figuras, decidió rodar hacia una colina cercana y hacerse invisible detrás de un arbusto.
"¡Ciri, no vale! ¡No estás escondido con nosotros!" - gritó Rect, el rectángulo.
"¿Por qué no? ¡No dije que tenía que quedarme en el mismo lugar!" - respondió Ciri.
Todos se rieron y comenzaron a pensar en lo creativa que había sido su idea. Fue entonces que Tri, que estaba buscando, se dio cuenta de algo.
"¡Es verdad! ¡Cada uno tiene algo especial! Ciri puede moverse de maneras que nosotros no podemos. ¡Eso debería contar!"
Así, comenzaron a jugar de maneras nuevas, mezclando las habilidades únicas de cada figura. Todos se divirtieron de lo lindo y, al final del día, Ciri se sintió feliz de haberse unido a ellos.
"¡Gracias por dejarme jugar! Nunca había estado tan feliz como hoy" - dijo Ciri.
Desde ese día, Ciri se convirtió en parte del grupo y aprender a valorar las diferencias de cada uno.
"¡Qué bonito!" - decía Pi, el pentágono, "¡Lo que nos hace diferentes es lo que nos hace especiales!"
Y así, Ciri entendió que en el mundo de las figuras, cada uno, sin importar su forma, tenía un lugar especial y único. Desde aquel momento, se volvieron amigos inseparables, siempre buscando maneras de divertirse juntos, mostrando que la diversidad era la clave de la unidad y la alegría.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.