El Gran Encuentro de los Buenos Modales



En un tranquilo pueblo llamado Amistad, todos los días eran soleados y las risas de los niños llenaban el aire. Los habitantes del lugar siempre se saludaban con mucha alegría, porque sabían que las palabras amables podían hacer que el día de alguien fuera más hermoso. Un día, una nueva familia llegó al pueblo: los Pérez. Juanito, el hijo menor, se sentía un poco nervioso por no conocer a nadie. Mientras caminaba por la plaza, se encontró con un grupo de niños jugando.

"¡Hola! Yo me llamo Juanito. ¿Cómo se llaman ustedes?" - preguntó con timidez.

"¡Hola, Juanito! Yo soy Sofía y ella es Valentina. ¡Mucho gusto!" - respondió Sofía, sonriendo ampliamente.

"¡Un placer conocerte!" - agregó Valentina, moviendo su mano como si estuviera saludando a un rey.

Juanito se sintió un poco más tranquilo al escuchar esas palabras amables. Decidió unirse a ellos y jugar un rato. Pero de repente, apareció un niño que no parecía entusiasmado con la idea de hacer nuevos amigos. Era Emiliano, conocido por ser un poco gruñón.

"¿Por qué tendría que saludarlos?" - murmuró Emiliano, cruzado de brazos.

"Porque un saludo es el primer paso para hacer un amigo" - lo animó Juanito.

"¿Y a mí qué me importa?" - respondió Emiliano, frunciendo el ceño.

Sofía y Valentina miraron a Juanito, sin saber qué hacer. Juanito, decidido a intentar hacer que Emiliano se sintiera mejor, se acercó.

"Hola, Emiliano. Yo me llamo Juanito. ¿Cómo estás?" - dijo con una sonrisa.

"No estoy bien" - contestó Emiliano con desánimo.

"¿Te gustaría jugar con nosotros?" - preguntó Juanito.

"¿Por qué me harían eso?" - Emiliano no podía creer lo que escuchaba.

"Porque creemos que sería divertido y, además, un buen amigo siempre está para alegrar el día de otro amigo" - dijo Valentina.

Emiliano se quedó pensativo. Las palabras de los chicos le hicieron reflexionar, pero aún así se sintió un poco celoso.

"No necesito amigos" - respondió, pero su voz sonaba un poco más suave.

Sofía tuvo una idea brillante.

"¡Podemos hacer un gran saludo de bienvenida para ti!"

Todos se miraron y asintieron emocionados. Decidieron hacer una pequeña fiesta en el parque con globos y dulces.

"Vamos a invitar a todos y a decir: ‘¡Hola, Emiliano! ¡Un placer conocer a un nuevo amigo! ’" - dijo Juanito.

"Pero, ¿qué pasa si no quiero ir?" - Emiliano preguntó, sintiéndose aún un poco incómodo.

"Entonces, por lo menos, podrías venir a saludar y ver lo que hacemos. Solo eso" - sugirió Valentina.

Después de mucha resolución y conversación, Emiliano aceptó. El día de la fiesta, el parque estaba lleno de colores y alegría.

"¡Buenos días a todos!" - gritó Juanito cuando llegó al parque.

"¡Hola, Juanito!" - le gritaron los demás, y Emiliano sintió un cálido cosquilleo en su pecho.

Fue un día lleno de risas, juegos y buenos modales. Emiliano comenzó a disfrutar de la compañía y, mientras se reía, cada vez se sentía más ligero.

Al final del día, todos se despidieron de manera especial:

"Esto fue muy divertido. ¡Hasta luego, Emiliano!" - dijo Sofía.

"Espero verte de nuevo muy pronto" - agregó Valentina.

Emiliano, con una gran sonrisa, se dio cuenta de algo importante.

"¡Hasta luego chicos!" - dijo mientras se ponía su mejor sonrisa, encontrando al fin el sentido de la amistad.

Desde ese día, Emiliano nunca más se olvidó de decir buenos días, de presentarse y de disfrutar de la alegría de un saludo. En el pueblo de Amistad, aprendieron que las palabras amables son como semillas que, al plantarse, florecen en hermosas amistades.

FIN.

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