El Gran Encuentro del Oceáno y el Fútbol
Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Atlética donde sus habitantes se preparaban para la gran competencia anual de atletismo. Todos esperaban este evento con ansias, especialmente los jóvenes. Entre ellos estaba Fede, un niño que soñaba con ser un gran atleta. Se pasaba el día corriendo y practicando con su grupo de amigos, entre risas y juegos.
Un día, mientras caminaba hacia la escuela, Fede se encontró con un misterioso y viejo mapa que había quedado atrapado entre las hojas de un árbol. Curioso, lo desenrolló y vio que marcaba un lugar en la costa donde se unían el océano y un lago. Al lado del dibujo, había una anotación que decía: "El encuentro donde los sueños se encuentran con la diversión".
Intrigado, decidió invitar a sus amigos: "¡Che, chicos! Encontré algo genial. ¡Nos tenemos que ir a ese lugar del mapa después de la competencia!" - exclamó casi sin poder contener la emoción.
"¿Y qué hay ahí?" - preguntó Lucía, una de las chicas del grupo.
"No sé, pero parece que es un lugar mágico. ¡Tal vez haya tesoros escondidos!" - respondió con entusiasmo.
El día de la competencia llegó y Fede, lleno de energía, salió a correr. Pasó la línea de meta, emocionado, justo cuando su amigo Tomás le gritó. "¡Fede, primero! ¡Felicitaciones!".
"¡Gracias, Tomy! Ahora, a la aventura del mapa" - dijo Fede, y sus amigos lo miraron con los ojos brillantes de emoción.
Se dirigieron a la playa, y al llegar, encontraron que el océano se extendía ante ellos, poderoso y azul. Alrededor, había juegos de playa y risas de otros niños. Fede sacó el mapa y lo observó detenidamente.
"Ahí, cerca de la roca grande. ¡Vengan!" - gritó, y todos corrieron detrás de él.
Mientras seguían el mapa, de repente, escucharon un ruido extraño. Era un grupo de niños que estaban jugando a la pelota. Fede, entusiasmado, corrió hacia ellos. "¡Hola! ¿Pueden jugar con nosotros?" - preguntó.
"Claro, ¡venite!" - respondió uno de los chicos, mientras le pasaba la pelota. Todo el grupo se unió al juego y pasaron horas divirtiéndose en la playa, riendo y haciendo nuevos amigos.
De pronto, una niña de otro grupo se acercó y les dijo: "¿Saben? También tienen una competencia de fútbol en la ciudad. Si quieren, pueden participar... y hay pastas para el almuerzo".
Todos miraron a Fede, que sonrió al recordar que a él y a su familia les encantaban los fideos. "¡Vamos! Juguemos y luego comemos fideos".
Así, decidieron inscribirse en el torneo y jugar en equipo. A pesar de ser nuevos y no conocer bien las reglas, se esforzaron. Cada vez que se pasaban la pelota, se acordaban del trabajo en equipo que habían aprendido en atletismo: "¡Vamos! ¡Pásamela!" - decía Tomás mientras corría tras la pelota.
Fede se dio cuenta que, aunque no ganarían, lo divertido era compartir esos momentos juntos. En medio del juego, Fede preguntó: "¿Les gustaría que el año que viene organice una competencia de atletismo en la playa?" -
"¡Sí!" - respondieron todos al unísono, ansiosos. Entonces, se corrió la voz y más niños se unieron al juego.
Al final del día, no solo participaron en el torneo de fútbol, resultando en un tercer lugar, pero también formaron amistades y compartieron un delicioso festín de fideos, riendo y prometiendo volver al año siguiente.
Mientras se alejaban de la playa, Fede miró a sus amigos y dijo: "Hoy no solo corrí y jugué, también encontré algo más valioso que un trofeo... amigos".
Y así, junto al océano, el fútbol y los fideos, Fede aprendió que más allá de la competencia hay diversión, amor y amistad, y que todos sus sueños eran posibles si los compartía con quienes más quería.
FIN.