El Gran Encuentro del Pueblo Diverso
Érase una vez en un hermoso valle llamado Valle Arcoíris, donde vivían cinco amigos: Kiri, una niña indígena con una sonrisa brillante; Nia, una niña afrocolombiana que siempre traía alegría a todos; Miguel, un niño mulato que tenía el corazón lleno de aventuras; Sofía, una niña mestiza con la curiosidad inmensa; y Pablo, un niño gitano que bailaba como el viento y contaba historias fascinantes.
Un día, mientras exploraban cerca de un lago claro y reluciente, Kiri propuso:
"¿Qué tal si organizamos un gran encuentro para celebrar nuestras diferencias y similitudes?"
Todos se emocionaron con la idea. Nia exclamó:
"¡Sí! Podemos compartir nuestras tradiciones y juegos. Será un día inolvidable."
Miguel añadió:
"Podemos preparar comidas de cada casa y hacer un festín."
Sofía, llena de energía, dijo:
"Voy a aprender una danza de cada cultura para que podamos bailar juntos."
Pablo, ya planeando las historias que contaría, sonrió y dijo:
"¡Eso será genial! ¡Yo puedo contar historias sobre nuestro pueblo y también sobre el cielo estrellado!"
Los amigos se pusieron a trabajar y decidieron que el encuentro se llevaría a cabo dentro de una semana. Empezaron a preparar lo que cada uno traería. Kiri recogió hojas y flores para hacer collares; Nia preparó tamales de maíz; Miguel horneó arepas con queso; Sofía ensayó danzas y Pablo construyó un escenario en el parque del valle.
La semana pasó volando y el día del encuentro finalmente llegó. Todos estaban nerviosos y emocionados y entonces, ¡puf! , apareció una gran nube oscura en el cielo, cubriendo el sol.
"Oh no, parece que va a llover. ¡No podemos dejar que eso arruine nuestro encuentro!" dijo Nia, mirando hacia arriba.
Kiri se acercó y dijo con voz tranquila:
"No te preocupes. Si llueve, podemos encontrar maneras de disfrutar dentro de la cueva cercana. ¡La aventura no acaba aquí!"
Todos acordaron que no dejarían que el clima los detuviera. Juntaron todo lo que habían preparado y, aunque el cielo estaba nublado, los amigos se adentraron en la cueva. Dentro, se encontraron con murales antiguos que mostraban historias de su tierra, y todos quedaron asombrados.
"¡Miren! Aquí hay historias de nuestros ancestros. Debemos contarlas," dijo Sofía inspirada.
Y así, en medio del murmullo de la lluvia, Pablo se levantó y comenzó a contar la primera historia:
"Érase una vez, cuando nuestros ancestros lucharon juntos por la libertad. Con el poder de la unión, lograron construir una comunidad en armonía."
Nia luego se levantó para contar una leyenda de su familia, mientras todos escuchaban atentos.
Kiri compartió un cuento sobre la naturaleza. Miguel sorprendió a todos al enseñar un juego tradicional. Y Sofía mostró sus danzas, mientras todos aplaudían al ritmo de su alegría.
Así pasaron la tarde, entre historias, canciones, bailes y ricas comidas. La lluvia afuera solo ayudó a crear un ambiente mágico dentro de la cueva. Después de un rato, cuando los amigos ya no pensaban en la tormenta, de repente, el cielo se despejó, regalando a todos una maravillosa vista del arcoíris más bello que jamás habían visto.
"¡Miren! ¡El arcoíris es nuestro regalo por no rendirnos!" gritó Pablo.
Todos miraron hacia arriba y se sintieron llenos de felicidad. En ese momento, Kiri, Nia, Miguel, Sofía y Pablo comprendieron que cuando uno está unido, nada puede detenerlos.
"¡El próximo año, hagamos el encuentro por el arcoíris!" sugirió Miguel.
"¡Sí! Y lo haremos más grande y mejor cada vez!" respondieron todos con risas.
Así, esos cinco amigos se convirtieron en un símbolo de unidad y alegría, demostrando que, sin importar su origen o cultura, la verdadera riqueza se encuentra en la diversidad y la amistad.
Y desde ese día, el Valle Arcoíris se llenó de historias compartidas, bailes y festivales, donde cada uno aprendió sobre las maravillas de ser diferente y lo que significa estar juntos como una verdadera familia.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.