El Gran Encuentro en el Campo
En un hermoso día soleado en el campo, donde los verdes pastizales se extendían hasta donde alcanzaba la vista, vivía un perro llamado Tinto. Tinto era un perro cazador, muy astuto y siempre alerta. Su dueño, el granjero Don Ramón, le enseñó a cazar y a cuidar del campo. Pero, a Tinto le gustaba mucho más jugar con sus amigos que trabajar todo el tiempo.
Un día, mientras corría por el pastizal, Tinto se encontró con La Guna, un pato curioso que vivía en un hermoso lago cercano. La Guna siempre estaba chismeando y disfrutaba de la vida. Tinto se acercó a ella y le dijo:
"Hola, La Guna. ¿Cómo estás hoy?"
"¡Hola, Tinto! Estoy muy bien, disfrutando del sol y de las aguas frescas del lago, ¡quiero hacer una carrera!"
"¡Genial! Contame las reglas. ¡Me encanta correr!"
"La carrera va del lago al viejo roble y regresa. ¡El primero en llegar gana!"
"¡Perfecto! ¡Vamos, yo estoy listo!"
La Guna estiró sus alas y, con un rápido aleteo, voló hacia el viejo roble mientras Tinto la seguía de cerca. Al principio, iba muy rápido, pero La Guna era astuta y conocía atajos por el agua. Pronto, alcanzó al árbol primero y le gritó:
"¡Gané, Tinto!"
"Eso fue muy impresionante, La Guna. ¡Pero quiero intentarlo de nuevo!"
"Está bien, pero esta vez le haremos un poco más interesante. Invitemos a Pastisal, el conejo más veloz del campo."
Tinto y La Guna se acercaron a Pastisal, un conejo ágil y travieso que siempre estaba dándole jugarretas a sus amigos.
"¡Hola, Pastisal! ¿Querés participar en una carrera?"
"Claro, ¡me encanta correr! ¿Dónde y cuándo?"
"Desde el lago al viejo roble y de vuelta. ¡Prepárate para perder!"
Los tres amigos estaban emocionados y se prepararon para la carrera. Cuando dio la señal de inicio, todos comenzaron a correr. Tinto, con su agilidad y destreza, tomó la delantera, mientras La Guna zambullía de un lado a otro y Pastisal saltaba veloz como un rayo. Sin embargo, en medio de la carrera, un giro inesperado los sorprendió.
Un fuerte viento comenzó a soplar con fuerza, y una de las ramas de un árbol se quebró, cayendo justo en el camino de los corredores.
"¡Cuidado!" gritó Pastisal.
"¡Rápido, debemos ayudar!" respondió Tinto, dejando de lado la competición.
"¡Sí!" dijo La Guna mientras volaba sobre el obstáculo.
Juntos, los tres amigos se unieron y movieron la rama para despejar el camino. Una vez que lo lograron, se miraron y se dieron cuenta de que lo más importante no era ganar la carrera, sino ayudarse mutuamente.
"¡Eso fue increíble!" exclamó Pastisal.
"Sí, trabajar juntos nos hace más fuertes!" añadió La Guna.
"Me alegra que hayamos ayudado. ¿Vamos a seguir corriendo?" preguntó Tinto con una sonrisa.
Y así, en lugar de seguir compitiendo, decidieron disfrutar de un juego de relevos, donde se pasaban el turno de correr y volar, y todos ganaban en alegría. Jugaron y rieron hasta que el sol comenzó a bajar en el horizonte.
"Hoy aprendí que no siempre se trata de ganar. A veces, la verdadera victoria está en la amistad y en ayudarnos unos a otros," reflexionó Tinto.
"Y en disfrutar del tiempo juntos," concluyó La Guna.
"¡Sí! Cada uno es especial a su manera y en equipo podemos lograrlo todo," agregó Pastisal con una amplia sonrisa.
Así, mientras el sol se escondía, los tres amigos, unidos por su aventura, regresaron al campo felices y recuperaron la verdadera esencia de la diversión que habían encontrado al compartir y ayudar.
FIN.