El Gran Encuentro en el Recreo
Era un día soleado en la Escuela Primaria Sueños Brillantes. Los alumnos corrían y saltaban felices en el patio durante el recreo. Entre ellos se encontraba Mateo, un chico de 10 años, un poco tímido pero siempre amable y divertido. Por otro lado, estaba Sofía, una niña risueña con una gran pasión por el arte. A ambos les encantaba su escuela, aunque nunca habían hablado entre sí.
Un día, mientras jugaban a la pelota, Mateo lanzó el balón con tanta fuerza que, de repente, se fue volando por encima de la cerca del patio.
- ¡Ay no! –exclamó Mateo, preocupado.
- No te preocupes, yo lo voy a buscar -dijo Sofía valientemente.
A Mateo le sorprendió la respuesta de Sofía. ¿Cómo podía ser tan decidida? Con cuidado, Sofía trepó la cerca y fue detrás del balón. Pero, justo cuando estaba a punto de alcanzarlo, resbaló y cayó al suelo.
- ¡Sofía! -gritó Mateo, corriendo hacia ella.
Al llegar a su lado, Mateo la ayudó a levantarse.
- ¿Estás bien? –preguntó, un poco nervioso.
- Sí, solo fue un pequeño tropezón. ¡Pero gracias! -respondió Sofía riendo y levantando el balón que había encontrado.
Así, entre risas y una pelota en mano, comenzaron a hablar por primera vez.
- Me encanta dibujar, tengo un cuaderno lleno de dibujos. ¿Y a vos qué te gusta? -preguntó Sofía.
- A mí me gusta el fútbol, pero también me apasiona la ciencia. –respondió Mateo, sintiéndose cada vez más cómodo.
La conversación fluyó y los dos se fueron conociendo. Sin embargo, un pequeño malentendido se avecinaba en el aire. Cuando el timbre sonó, María, la mejor amiga de Sofía, llegó corriendo y la arrastró hacia la clase.
- ¿Adónde estabas? ¡Te estuve buscando! -dijo María.
Sin darse cuenta, Sofía no se despidió de Mateo y se fue corriendo. Mateo se sintió un poco triste y decepcionado.
Al día siguiente, Mateo se preparó para intentar hablar nuevamente con Sofía. Pero cuando llegó al patio, notó que María estaba hablando de él muy animadamente con sus amigas.
- ¿Viste? A Mateo le gusta Sofía, ¿no? -decía María.
Mateo sintió que su corazón se aceleraba. Era verdad, le gustaba Sofía, pero no sabía cómo decírselo.
Decidido a aclarar las cosas, Mateo esperó a que Sofía terminara de jugar para acercarsele de nuevo. ¡Tenía una idea estética!
- ¡Sofía! -gritó mientras corría -¿Puedo mostrarte algo?
Sofía se detuvo, intrigada.
- ¿Qué es? -preguntó sonriente.
Mateo había recogido algunas hojas de diferentes formas y colores.
- Hice algunas figuras de origami con las hojas. Quiero que las veas. -dijo emocionado.
- ¡Qué genial! -respondió ella, admirando las pequeñas creaciones.
Entonces, en un impulso, Mateo se armó de valor y le dijo:
- Sabés, Sofía, quiero que sepas que me gustas. Eres divertida y siempre me haces reír. -
Sofía se sonrojó un poco, pero su sonrisa la delataba.
- ¡Gracias, Mateo! A mí también me gustás. Eres muy buena persona y me gusta cómo compartís tus pasiones. -
Ambos se miraron y, en ese instante de conexión improvisada, se durmió un pequeño beso en sus mejillas.
- ¡Ay! –exclamaron al mismo tiempo y comenzaron a reír, nerviosos pero felices.
Desde ese día, los dos se volvieron inseparables. Jugaron, rieron y apoyaron mutuamente en sus sueños. Mateo aprendió a pintar algunos dibujos junto a Sofía, y ella lo acompañó a los partidos de fútbol. Cada día se conocían más y más, y el timbre del recreo se llenaba de risas, amistad y creatividad.
La historia de Mateo y Sofía nos enseñó que a veces un pequeño tropiezo puede llevarnos a grandes aventuras. Y que, si tenemos el valor de ser nosotros mismos y ser amables, podemos abrir nuevas puertas a la amistad y el amor.
La vida está llena de oportunidades, solo hay que atreverse a aprovecharlas.
FIN.