El Gran Engaño del Cocodrilo



En lo profundo de la selva, donde los árboles eran tan altos que parecían tocar el cielo y la música de los pájaros era la banda sonora de cada día, los animales vivían en armonía. En este lugar mágico, las frutas eran el dinero de los animales. Cada uno de ellos tenía su preferida y, para ellos, la comida era más que un sustento: era un tesoro que compartían entre amigos.

Un día, un cocodrilo llamado Ciro llegó a la selva. Era un reptil astuto y con una sonrisa que daba miedo. Al ver cómo los animales intercambiaban frutas, tuvo una idea: "¿Por qué no empezar a prestarles frutos secos?"

Y así lo hizo. Ciro empezó a ofrecer a los animales préstamos de almendras, nueces y avellanas, asegurando que esos frutos eran más valiosos que cualquier fruta común.

Los animales, atraídos por la promesa de los frutos secos, comenzaron a endeudarse. La pequeña ardilla, Lila, le pidió a Ciro frutos secos para comprar un montón de plátanos.

"Por favor, Ciro, dame un puñado de nueces. ¡Prometo devolverte el doble!"

"¡Por supuesto, Lila! Cada vez que quieras, ven a mí", respondió Ciro, sonriendo con picardía.

Los días pasaron y los animales comenzaron a notar que sus reservas de frutas escaseaban. El loro sabio, Tito, les advirtió.

"Chicos, creo que debemos ser cuidadosos con los préstamos de Ciro. Es un cocodrilo muy astuto y no sé si realmente está aquí para ayudarnos."

"Nah, no te preocupes, Tito. Solo necesitamos jugar bien nuestras cartas", dijo el conejo Roco, con su actitud despreocupada.

Pero lo que Roco no sabía era que Ciro había planeado un engaño. Una mañana, cuando el sol brillaba y todos estaban ocupados buscando sus frutas, Ciro desapareció con todas las frutas que había recolectado de los animales: mango, piña y muchas más. Los animales se dieron cuenta justo al final del día, cuando se reunieron para cenar y no había nada que comer.

"¡No puede ser! Ciro se llevó nuestras frutas!", gritó Lila asustada.

"Confiamos en él", dijo Tito con tristeza.

"¿Cómo pudimos ser tan tontos?", lamentó Roco.

Los animales se sintieron traicionados y preocupados. No solo habían perdido sus frutas, sino que también debían frutos secos a Ciro. Sin embargo, en medio del desánimo, Tito tuvo una idea. Propuso un plan.

"No podemos dejar que Ciro gane. Necesitamos unir fuerzas y buscar nuestras frutas. La selva es grande y puede que no se haya ido muy lejos. ¡Vamos a buscarlo juntos!"

Y así, todos los animales se agruparon y comenzaron a buscar a Ciro. Mientras recorrían la selva, se encontraron con otros amigos que también habían sido engañados.

"¡Ciru, el cocodrilo, nos ha robado!", gritó una tortuga llamada Tula, que se unió al grupo.

"Nosotros también estamos en la misma situación", dijo un grupo de aves.

La noticia del engaño de Ciro se había esparcido rápidamente. Los animales comenzaron a crear un plan y, finalmente, encontraron una cueva cerca del río donde Ciro había escondido las frutas.

"Aquí es donde lo atraparemos", dijo Tito.

"Sí, y también le vamos a pedir que nos devuelva lo que es nuestro", agregó Lila.

Con valentía y determinación, se acercaron a la cueva. Cuando llegaron, encontraron a Ciro rodeado de frutas, riéndose y despreocupado.

"¡Ciro!", gritó Tito.

"¿Dónde están nuestras frutas?"

"¿Ah, ustedes? No tengo idea de lo que hablan", respondió Ciro con una sonrisa burlona.

Pero los animales estaban listos.

"¡No dejaremos que te salgas con la tuya! ¡Necesitamos nuestras frutas!" dijo Roco.

Ante esta ola de valentía, Ciro se dio cuenta de que los animales ya no tenían miedo. Se sintió acorralado.

"¡Está bien! ¡Está bien! Llévense sus frutas! No quería causarles problemas…"

Y así, regresaron a la selva, cada uno con sus provisiones.

Desde ese día, Tito y los demás decidieron no depender de Ciro ni de nadie más. Comenzaron a cultivar su propia comida y a compartirla entre ellos, aprendiendo a ser independientes y a cuidar de su comunidad.

"Nunca más habrá un cocodrilo que nos engañe", dijo Lila sonriendo.

"Siempre juntos y apoyándonos, el valor de la amistad es el mejor fruto que podemos tener", concluyó Tito, mirando a su alrededor y viendo a todos los animales a su lado.

Y así, en la selva, los animales aprendieron una valiosa lección sobre la importancia del trabajo en equipo y de no dejarse llevar por las cosas que parecen fáciles o atractivas. Juntos, siempre serían más fuertes.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!