El gran equipo de Lucas y su mamá
Era una tarde soleada en el barrio de Lucas y su mamá, Ana, estaba en la cocina preparando una rica merienda. Pero mientras revolvía la masa para las galletitas, miró alrededor y vio que la casa estaba un poco desordenada. Pasaron un buen rato sin hacer las tareas del hogar y le pareció importante que Lucas, su hijo de ocho años, entendiera la importancia de colaborar.
Así que decidió tener una charla con él.
"Lucas, ¿podés venir un momento?" - llamó Ana desde la cocina.
Lucas, que estaba jugando con su pelota en el jardín, entró rápidamente.
"¿Qué pasa, mamá?" - dijo mientras se secaba las manos en su camiseta.
"Quiero hablar sobre algo importante. La casa está un poco desordenada y me gustaría que me ayudaras con algunas tareas. ¿Te parece?" - le preguntó Ana con una sonrisa.
Lucas frunció el ceño. No estaba seguro de si quería interrumpir su juego para hacer tareas de casa.
"Pero estoy jugando..." - intentó protestar.
"Entiendo, cariño. Pero también es divertido tener un espacio limpio. Podemos hacerlo juntos y, después, te prometo que haremos una actividad que te guste mucho. ¿Qué tal si hacemos un trato?" - dijo Ana, tratando de motivarlo.
Lucas se quedó pensativo. Le gustaba la idea de jugar después, pero no sabía si realmente quería ayudar con la limpieza.
"¿Qué tipo de tareas, mamá?" - preguntó, interesado.
"Podés ayudarme a barrer el piso y juntar los juguetes del living. Después, podemos hacer una carrera de bicicletas. ¿Te parece?" - respondió Ana, comenzando a entusiasmarse.
"Hmm, una carrera suena bien, pero barriendo... no sé. Es aburrido" - contestó Lucas.
"¿Y si lo hacemos como un juego? Competimos a ver quién barre más rápido. El que termine primero elige el tema de la carrera de bicicletas. ¿Te parece?" - sugirió Ana con una mirada pícara.
Lucas sonrió de inmediato.
"¡Eso sí me gusta!" - exclamó.
Así que, juntos, comenzaron a barrer el piso. Ana y Lucas se pusieron a jugar mientras limpiaban, riendo y haciendo movimientos exagerados con sus escobas. Fue tan divertido que olvidaron completamente que estaban trabajando.
Al terminar, Lucas se dio cuenta de lo bien que se sentía tener la casa limpia.
"Mirá mamá, ¡quedó re lindo!" - dijo mientras se admiraban los dos.
"Sí, hicimos un gran trabajo. ¡Ahora vamos a la carrera de bicicletas!" - respondió Ana emocionada.
Mientras se preparaban para la carrera, Lucas notó que la casa tenía un aire renovado. A medida que pedaleaba, se sintió orgulloso de su esfuerzo.
Sin embargo, al llegar al parque, encontraron a sus amigos que estaban jugando a un juego de equipo.
"¡Lucas, vení a jugar al fútbol!" - gritaron sus amigos.
Lucas dudó un momento.
"¿Puedo llevar a mamá?" - preguntó.
"Claro que sí, ¡que venga!" - respondieron sus amigos, felices por la idea.
Lucas se volvió a su mamá.
"Mamá, ¿te gustaría jugar al fútbol?" - preguntó esperanzado.
"Me encantaría, pero solo si me dejás patear la pelota primero. Después, quiero ver qué tal corrés vos" - respondió Ana con una sonrisa.
"¡Trato hecho!" - dijo Lucas emocionado.
Así, comenzaron a jugar al fútbol en el parque. La tarde se llenó de risas, goles y grandes momentos compartidos. Al final del día, Ana y Lucas volvieron a casa, agotados pero felices. Lucas entendió que ayudar a su mamá no solo era una tarea, sino que también podía ser una forma divertida de pasar tiempo juntos.
Desde ese día, Lucas siempre estaba dispuesto a ayudar con las tareas del hogar. Y cada vez que lo hacía, sabía que su próximo juego de fútbol o su actividad favorita estaba a solo un trato lejos.
FIN.