El Gran Error de Juanito



Había una vez un niño llamado Juanito, que vivía en un pequeño pueblo lleno de colores y alegrías. Juanito era un niño muy curioso, siempre explorando el mundo que lo rodeaba. Tenía una abuelita que lo cuidaba con mucho amor y le enseñaba lecciones importantes en la vida.

Un día, mientras jugaba afuera, Juanito se metió en la tierra, hizo pozos y se llenó de barro. Cuando llegó la hora de almorzar, su abuelita lo llamó desde la cocina.

"¡Juanito, ven a lavarte las manos antes de comer!" - gritó su abuela, asomándose por la ventana.

"¡No pasa nada, abuela! Estoy muy hambriento, además, mis manos están divertidas. ¡Ya estoy por comer!" - respondió Juanito sin hacer caso a lo que su abuela decía.

Así, Juanito se sentó a la mesa y comenzó a comer con sus manos sucias. Al principio, todo parecía estar bien, y disfrutó de las ricas empanadas que su abuela había preparado. Pero a medida que avanzaba la comida, comenzó a sentirse un poco extraño.

"¿Abuelita, por qué me siento un poco mal?" - preguntó Juanito, mientras se llevaba una mano a la pancita.

"Eso puede ser por no haberte lavado las manos, querido. La suciedad puede traer gérmenes y causar molestias" - le explicó su abuela con cariño.

Juanito empezó a entender. Sin embargo, no quería aceptar que había cometido un error. Entonces, decidió salir a jugar de nuevo, aunque su barriguita seguía doliendo. Se encontró con sus amigos en el parque.

"¿Qué te pasa, Juanito? Te veo un poco pálido" - le dijo su amigo Pedro, mientras lo miraba con preocupación.

"Nada, solo tengo un poco de hambre. ¡Vamos a jugar!" - respondió Juanito tratando de disimular su malestar.

Mientras jugaban al fútbol, Juanito se sentía cada vez más incómodo. Su pancita dolía más y más, y comenzó a sentir que no podía correr bien. Finalmente, se sentó en una esquina del parque y dejó que sus amigos siguieran jugando.

"¿Estás seguro que estás bien?" - le preguntó Carla, su amiga.

"No sé, creo que no debí comer con las manos sucias" - confesó Juanito.

"Tal vez deberías volver a casa y decirle a tu abuela cómo te sientes, puede ayudarte" - sugirió Pedro con preocupación.

Juanito, dándose cuenta de que había sido un tonto al no obedecer a su abuelita, decidió regresar a casa. Al llegar, la abuela lo miró y se preocupó.

"¡Juanito! ¿Te sientes mal?" - le preguntó, abrazándolo.

"Abuelita, siento que no debí comer con las manos sucias. No te escuché y ahora me duele la pancita" - dijo con lágrimas en los ojos.

La abuela lo abrazó de nuevo y le dijo:

"Es normal cometer errores, hijo. Lo importante es aprender de ellos. Siempre, siempre debemos lavarnos las manos antes de comer y cuidar de nuestra salud".

Juanito entendió que su abuelita tenía razón. Decidió que nunca más se saltaría ese paso. Después de tomarse un vaso de agua y descansar, Juanito se sintió mejor.

A partir de ese día, Juanito nunca olvidó lavarse las manos antes de cada comida. Cada vez que iba a almorzar, escuchaba la voz de su abuelita en su cabeza:

"¡A lavarse las manos, Juanito!"

Y así, con un gran aprendizaje y un estómago feliz, Juanito se convirtió en el niño más sano del barrio. Y siempre que veía a sus amigos jugar, les recordaba:

"¡Chicos, no se olviden de lavarse las manos antes de comer!".

Y así, Juanito vivió muchas aventuras, siempre cuidando de su higiene y compartiendo sus enseñanzas con todos sus amigos, convirtiéndose en un gran ejemplo en el pueblo. Fin.

FIN.

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