El Gran Escape de Roberto
En un hermoso campo, lleno de flores y árboles, vivía una manada de caballos. Su líder era un espléndido caballo llamado Roberto. Con su pelaje marrón brillante y su actitud valiente, era admirado por todos. Sin embargo, un día, un grupo de hombres los capturó y los llevó a un establo oscuro y pequeño. Allí, Roberto y su manada se sintieron tristes y confundidos.
"Debemos encontrar una salida de aquí", dijo Roberto con determinación.
"Pero, ¿cómo?" preguntó Lila, una hermosa y joven yegua.
"Si trabajamos juntos, podremos lograrlo".
Roberto reunió a todos y les explicó su plan. El primer paso era conocer bien su entorno. Durante las noches, Roberto y sus amigos, Lila y Pipo, un pequeño potro curioso, se asomaban por la ventana del establo y observaban la zona donde los mantenían.
"Ahí afuera hay un gran campo donde podemos correr libres", decía Pipo con entusiasmo.
"Sí, pero hay que ser inteligentes", añadió Lila.
Un día, Roberto notó que un gran perro guardián se acercaba al establo. El perro era feroz, pero también muy curioso.
"Si logramos distraerlo, podremos salir", propuso Roberto.
"¿Y cómo lo hacemos?" preguntó Lila, un poco preocupada.
Roberto tuvo una idea brillante.
"Pipo, tú puedes correr rápido. Cuando aparezca el perro, corre en otra dirección y llámalo".
"¡Eso es genial!", exclamó Pipo, emocionado por participar en el plan.
La noche siguiente, todo estaba listo. Cuando el perro se acercó, Pipo salió corriendo en un ágil sprint, ladrando y haciendo saltos. El perro, intrigado, lo persiguió, alejándose del establo. Roberto y Lila aprovecharon la oportunidad.
"¡Ahora!", gritó Roberto, mientras empujaba la puerta del establo con toda su fuerza. Lila lo siguió, y juntos corrieron hacia la luz.
Una vez afuera, se sintieron libres.
"¡Lo logramos!", brincó Lila, llena de alegría.
"Pero ahora necesitamos encontrar a los otros de la manada", recordó Roberto, mirando hacia el horizonte.
Así que, con la luz de la luna iluminando su camino, comenzaron a buscar a otros caballos que habían sido capturados. Cuando encontraron a algunos de ellos, comenzaron a compartir su plan de escape. Dayana, una yegua mayor, se unió al grupo.
"He estado aquí mucho tiempo, pero nunca se me había ocurrido escapar así" dijo Dayana, con una voz sabia.
"Más vale tarde que nunca", respondió Roberto, guiando a la manada.
Pero justo cuando estaban a punto de huir, un grupo de hombres apareció y comenzó a buscarlos.
"¡Rápido, a los arbustos!" gritó Roberto, y todos se escondieron, palpitando de miedo.
"¿Y si nos atrapan?" susurró Lila.
"Debemos mantener la calma. Juntos somos fuertes" respondió Roberto, tratando de darles coraje.
Los hombres se acercaron, pero se distrajeron con los árboles. En ese momento, Roberto se dio cuenta de que si hacían ruido, podrían asustar a los hombres.
"¡A la cuenta de tres, todos juntos haremos ruido!", sugirió Roberto.
"Una, dos, ¡tres!" gritó Lila, y todos comenzaron a relinchar al unísono.
Los hombres se asustaron y se alejaron, pensando que era una estampida de caballos. La manada aprovechó esta oportunidad y correteó hacia la libertad.
Finalmente, llegaron al campo que Roberto había visto desde el establo. Era un prado grande y verde, lleno de flores y espacio para correr.
"¡Lo logramos! ¡Estamos libres!", exclamaron todos.
Roberto, exhausto pero feliz, observó a su manada correr y saltar.
"Recuerden, siempre que estemos juntos, podremos enfrentar cualquier desafío", dijo Roberto, sintiéndose orgulloso de ser su líder.
Y así, la manada de caballos vivió libre, explorando nuevos horizontes, siempre recordando la valentía y la unión que los hizo escapar. Roberto había demostrado que con determinación y trabajo en equipo, no hay obstáculos que no se puedan superar.
Desde aquel entonces, siempre que miraban al horizonte, recordaban su aventura y sabían que la amistad y la valentía son las mejores armas en la vida.
FIN.