El Gran Escape del Ferrocarril
En un tranquilo bosque, donde los árboles susurraban y las flores sonreían, un grupo de amigos estaba a punto de vivir una gran aventura. León, el valiente líder del grupo; Gaticos, la curiosa gatita; Rieles, el astuto ratón; y Murciélago, el aventurero nocturno, eran inseparables. Juntos se lanzaron a explorar los alrededores del viejo ferrocarril que atravesaba el bosque.
Un día, mientras navegaban por las viejas rieles, Rieles gritó emocionado: - ¡Miren, amigos! ¡Una cueva! - Su curiosidad los llevó a adentrarse en la cueva, aunque León les advirtió: - Tengamos cuidado, no sabemos qué hay dentro.
Dentro de la cueva, encontraron un viejo mapa desgastado que decía: "El Tesoro de la Sabiduría está escondido donde las vías se cruzan, pero guarda con la trampa del dragón".
- ¡Un tesoro! - dijo Gaticos, sus ojos brillando de emoción. - ¡Debemos encontrarlo! -
- Pero... ¿y la trampa del dragón? - preguntó Murciélago, asustado.
- No hay que tener miedo, juntos lo lograremos - dijo León con valentía. Así que sin pensarlo más, decidieron seguir el mapa.
El grupo caminó y caminó, siguiendo el sendero que marcaba el mapa. Por el camino, se encontraron con Bru, un oso que les bloqueó el paso. - ¡¿A dónde van tan rápido? ! - rugió Bru.
- Vamos en busca del Tesoro de la Sabiduría - respondió Rieles, intentando mostrar su mejor cara.
- Si quieren pasar, deberán contestar mi acertijo: ‘¿Qué es más ligero que una pluma, pero ni el hombre más fuerte puede sostenerlo por mucho tiempo? ’ -
Los amigos se miraron, pensando y pensando. Finalmente, Gaticos saltó y dijo: - ¡El aliento! -
Bru se rió y les dijo: - ¡Correcto! ¡Pueden pasar! - Aliviados, el grupo siguió su camino.
Al llegar a la intersección de las vías, el mapa les indicó que el tesoro estaba allí, pero de repente escucharon un ruido aterrador. Era un dragón, custodiando la entrada a la cueva del tesoro.
- ¡No puedo creer que haya un dragón! - gritó Murciélago.
- ¡No entremos en pánico! - dijo León, tomando la delantera. - Vamos a pensar en un plan.
- Yo puedo distraerlo - propuso Gaticos. - ¡Es muy curioso y amo jugar!
- ¡Genial! - dijo Rieles. - Haremos ruido con las piedras. Mientras, León y yo iremos a buscar el tesoro.
El plan estaba en marcha. Gaticos empezó a hacer acrobacias y ruido, llamando la atención del dragón.
- ¡Miren lo que puedo hacer! - gritó mientras se lanzaba y saltaba, haciendo que el dragón se riera.
Mientras tanto, León y Rieles se deslizaron hacia la cueva, buscando el tesoro. Rieles, con su astucia, encontró un pequeño cofre.
- ¡Lo encontré! - gritó, mientras Gaticos seguía haciendo reír al dragón.
Cuando los amigos abrieron el cofre, en lugar de monedas o joyas, encontraron un libro antiguo que decía: "Los verdaderos tesoros son el conocimiento y la amistad".
- Esto es... ¡increíble! - dijo León, dándose cuenta de que habían aprendido más de lo que pensaban.
En ese momento, el dragón se dio cuenta de lo que hacían y se acercó, curioso. - ¿Qué es eso? -
- ¡Es un libro! - respondió Gaticos emocionada. - ¡Nos dice que la sabiduría es el mejor tesoro!
El dragón, impresionado, rompió en una sonora carcajada. - ¡Así que no soy el único que guarda tesoros! - Exclamó.
Los amigos se acercaron al dragón y le propusieron compartir el libro. - Todos podemos aprender algo nuevo juntos - dijo Murciélago.
De esa forma, no solo se llevaron el libro, sino que también hicieron un nuevo amigo. El dragón se unió al grupo y juntos, comenzaron un camino lleno de sabiduría y amistad.
Desde ese día, León, Gaticos, Rieles, Murciélago y el dragón recorrieron las tierras, compartiendo historias y aventuras, recordando siempre que el verdadero tesoro estaba en el conocimiento y la amistad que habían construido en su gran escape.
Y así, el viejo ferrocarril se llenó de risas y aprendizajes, mientras los amigos siguieron descubriendo el mundo juntos, enfrentando cualquier peligro que se les presentara con valentía y diversión.
FIN.