El Gran Espectáculo del Payaso Alfa



Era una soleada mañana en la escuela primaria Graciela, donde cinco amigos y su perro Rocco estaban listos para un día de aventuras. Los amigos eran Lila, Tomás, Nacho, Sofía y Pato, cada uno con su personalidad única y su propia habilidad especial.

"¡Hoy es el día del recreo especial!", exclamó Lila, emocionada.

"Sí, traerán un payaso para entretenernos", añadió Tomás mientras jugaba a la pelota con Rocco.

"Espero que sea divertido y nos haga reír", dijo Sofía con una sonrisa anticipada.

"Ojalá haga trucos con globos", comentó Pato, que siempre había querido aprender a hacer un perro de globos.

"Y yo espero que el payaso sea amistoso", añadió Nacho, siempre precursor de la empatía.

Cuando llegó el momento tan esperado, todos los niños corrieron al gimnasio. La puerta se abrió y un hombre en un traje de colores brillantes hizo su aparición. Era el Payaso Alfa, con una gran nariz roja y un peinado alocado.

"¡Hola, chicos! ¿Están listos para un espectáculo increíble?"

"¡Sí!", gritaron todos al unísono.

"¡Perfecto!", dijo el Payaso Alfa mientras hacía malabares con tres pelotas.

El espectáculo comenzó y todos estaban maravillados. Pero, de repente, una de las pelotas fue a parar a la cabeza de Rocco.

"¡Rocco!", llamó Lila, riendo.

"No te preocupes", dijo el Payaso Alfa, "a todos nos gusta un buen truco".

Rocco, que siempre había sido el alma de la fiesta, decidió que era su momento. Corrió hacia el payaso y empezó a ladrar, como si estuviese pidiendo unirse al espectáculo.

"¿Creen que Rocco puede ser mi asistente?", preguntó el payaso.

"¡Sí! ¡Sí!", respondieron los chicos emocionados.

"Bien, Rocco", dijo el Payaso Alfa. "¡Hagamos magia juntos!" Él le hizo una señal a Rocco, quien comenzó a hacer unos movimientos graciosos, como si estuviera bailando. La risa de los niños llenó el gimnasio.

Sin embargo, en medio de todo el alboroto, un grupo de niños más grandes entró al gimnasio. Ellos no mostraban mucha alegría y comenzaron a correr por el lugar, tirando las pelotas y desordenando todo.

"¡Eh! ¡Por favor! No interrumpan el espectáculo!", gritó el Payaso Alfa, un poco preocupado.

"Eso no es nada, payasito", dijo uno de los chicos grandes con desdén.

Lila, al ver que el espectáculo podía arruinarse, miró a sus amigos y les hizo una señal.

"¡Chicos, debemos hacer algo!", propuso Pato.

"Sí, ¡Rocco puede ayudarnos también!", agregó Sofía.

Los cinco amigos corrieron hacia los chicos grandes.

"¡Chicos! ¿Por qué no se unen a nosotros y también disfrutan del show?", sugirió Tomás, tratando de encontrar una solución pacífica.

"¿Y quién dice que es divertido?", respondió uno de los mayores.

Pero en ese momento, Rocco se acercó a ellos, moviendo la cola y ladrando juguetonamente.

"Miren a Rocco, ¡es muy divertido!", dijo Nacho.

"¡Podemos hacer un juego de pelota!", añadió Lila.

Los ojos de los chicos grandes se abrieron al ver lo divertido que era el perro. Después de un rato, comenzaron a reír al verlo hacer travesuras.

"Está bueno, che", dijo uno de ellos, comenzando a unirse al juego.

Así, los amigos con Rocco lograron unir a todos y formar un gran grupo para disfrutar del espectáculo. El Payaso Alfa decidió hacer una gran finale que incluía a todos los niños.

"¡Ahora todos juntos! ¡Aplaudamos, riamos y compartamos este momento!", gritó el Payaso Alfa mientras todos, desde los más chicos hasta los más grandes, se unieron en un gran aplauso.

Al finalizar el espectáculo, todos estaban contentos.

"¡Gracias a todos!", dijo el Payaso Alfa con una sonrisa. "Recuerden, siempre es mejor compartir la alegría".

Los cinco amigos y Rocco no solo habían disfrutado del show; también habían enseñado a los otros niños sobre la importancia de la amistad y la inclusión. Así, el día en la escuela terminó siendo inolvidable, lleno de risas y nuevas amistades, todo gracias a un perro y a un payaso con un gran corazón.

Y así, Rocco, Lila, Tomás, Sofía, Pato y Nacho se convirtieron en los héroes de la escuela, llevando siempre en sus corazones el valor de la diversión compartida.

Desde aquel día, el gimnasio siempre estaba lleno de risas, juegos, y de nuevas amistades, todo gracias a una lección que nunca olvidarían.

FIN.

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