El Gran Festejo del Bosque



En un frondoso bosque, repleto de árboles altos y ríos cantarines, vivían un grupo de animales muy unidos. Cada año, organizaban el ‘Gran Festejo del Bosque’, un evento donde todos los animales podían mostrar sus talentos y compartir risas y alegría. Sin embargo, este año, un nublado de tristeza se cernía sobre el bosque.

La noticia había corrido como fuego en paja: la tortuga Tula, la más anciana del bosque, no podía participar del festejo. Su casa, un hermoso caparazón lleno de flores y piedras preciosas, había sido destruido en una tormenta. Los demás animales se sentían muy apenados.

El conejo Juanito reunió a todos para hablar sobre cómo ayudar a Tula.

"¿Cómo podemos alegrarle el día a Tula si no puede festejar con nosotros?" - preguntó Juanito, con sus grandes ojos azules llenos de preocupación.

"Podríamos hacer algo especial para ella, en su casa nueva" - dijo la ardilla Sofía, moviendo su colita con entusiasmo.

Algunos animales empezaron a murmurar.

"Pero no tenemos tiempo, el festejo es en dos días" - dijo el zorro Miguel, que siempre estaba preocupado por la puntualidad.

"No se trata de tiempo, se trata de amor" - explicó el búho Momo, con su voz grave y sabia. "Si todos trabajamos juntos, aún tenemos tiempo. Vamos a hacer que Tula se sienta especial".

Los animales decidieron poner manos a la obra. Cada uno aportó algo: las aves trajeron plumas de colores para decorar, el jabalí Federico se ofreció a ayudar a construir la nueva casa de Tula, y las ranas se encargarían de llenar el lugar de canciones alegres. Durante dos días, el bosque se llenó de risas y buenos planes.

Mientras tanto, María, una pequeña cierva, se preocupaba.

"No sé si esto funcionará", - dijo María con tristeza. "Tula siempre nos ha ayudado en el pasado, y no sé si esto será suficiente para alegrarla”.

"María, si lo hacemos con el corazón, Tula lo sentirá" - le respondió Juanito, mientras ayudaba a colgar guirnaldas hechas de flores.

Finalmente, llegó el día del festejo. Los animales estaban nerviosos. Se habían preparado un gran banquete, junto a una carta hecha a mano donde expresaban su cariño por Tula. Sin embargo, antes de que Tula llegara, sintieron que algo faltaba.

Cuando apareció la tortuga, su rostro era de profunda tristeza. La casa no era lo que había sido y se sentía sola.

"Así nunca será como el viejo hogar" - murmuró Tula, con la voz firme, aunque su mirada era de melancolía.

Pero, en ese mismo instante, los animales comenzaron a hacer ruido y comenzaron a cantar.

"¡Feliz Festejo, Tula!" - gritaron todos.

Fue entonces cuando la tortuga vio las decoraciones, la comida y a todos sus amigos sonriendo. Se detuvo, parpadeó y, poco a poco, una sonrisa comenzó a aparecer en su rostro.

"¿Están todos aquí por mí?" - preguntó Tula, sorprendida.

"¡Sí! Decidimos que este año, el festejo sería en tu honor!" - dijo Sofía, haciendo una pirueta en el aire.

Las lágrimas que caían de los ojos de Tula eran de felicidad.

"No tengo palabras para agradecerles. Esto es lo más hermoso que me ha pasado" - exclamó Tula, abrazando a cada uno de sus amigos.

La fiesta continuó y la tortuga, en vez de sentirse triste, se dio cuenta de que no importaba el lugar físico donde vivía.

"Lo que realmente importa son los momentos compartidos y el cariño de amigos" - reflexionó Tula, mientras se unía a la celebración, bailando lentamente.

Así, el Gran Festejo del Bosque no solo fue una fiesta llena de risas, sino también una lección para todos: lo que hace un lugar especial son las memorias y el amor que compartimos con los otros.

Desde ese día, nunca más hubo un festejo igual. Los animales aprendieron que ayudar a alguien en sus momentos difíciles es lo que realmente trae alegría, no solo a quienes ayudan, sino también a uno mismo.

FIN.

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