El Gran Festival de Amistad



Era un hermoso día en la ciudad de Arcoíris, donde todo el mundo se preparaba para celebrar el Día de la Diversidad Cultural. En la plaza principal, había música, risas y un olor delicioso a comida de distintas partes del mundo. Allí, cuatro niños se conocieron por primera vez: Tomás, un argentino de Buenos Aires; Amina, una pequeña de Marruecos; Kenji, un chiquillo japonés; y Leila, una alegre niña de México.

"¡Hola!" dijo Tomás, mientras movía una banderita de su país. "¿Qué van a contar hoy sobre sus culturas?"

"Voy a compartir la historia del cuscús, un plato muy especial en mi familia. Se lo preparo a mi abuela en las fiestas", explicó Amina con una sonrisa.

"¡Oh! A mí me encanta la comida!" respondió Kenji, entusiasmado. "En Japón, tenemos un festival donde comemos sushi y escuchamos cuentos sobre el Monte Fuji. Pero también me gustaría contarles sobre el Hanami, que es cuando celebramos la belleza de las flores de cerezo."

"¡Eso suena increíble!" dijo Leila. "En México, hacemos una fiesta para celebrar el Día de los Muertos. Decoramos las ofrendas con calaveritas de azúcar y recordamos a nuestros seres queridos con alegría. ¿Les gustaría probar el pan de muerto?"

A medida que compartían sus historias, la plaza se llenaba cada vez más de niños y adultos que se acercaban para escuchar. Pero justo cuando todo parecía perfecto, ¡una nube oscura cubrió el sol y comenzó a llover! Todos se asustaron y pensaron que el festival se arruinaría.

"¡No! No dejemos que la lluvia detenga nuestra celebración!" gritó Tomás, levantando su voz.

"¡Sí! ¡Sigamos contando nuestras historias!" agregó Amina, mientras se cubría con su paraguas.

"Podemos reunirnos bajo este gran árbol. ¡Así seremos como un puente entre nuestras culturas!" sugirió Kenji. Todos se acercaron al gran árbol que se encontraba en el centro de la plaza.

Al resguardarse de la lluvia, continuaron contando sus cuentos. Una abuelita del público, emocionada por los relatos, se unió a ellos.

"¡En mi pueblo también celebramos la diversidad! Los habitantes hacen bailes y cantan canciones alegóricas. ¿Quieren escuchar una de ellas?" dijo la abuela.

"¡Sí!" gritaron todos, contentos.

Y así, bajo la lluvia, la abuela comenzó a cantar una hermosa canción que hablaba de la unión entre todos los pueblos del mundo. Los niños se unieron, y sin darse cuenta, empezaron a bailar. La lluvia dejó de ser un obstáculo y se convirtió en un elemento mágico, haciendo que los colores de la plaza resplandecieran aún más.

Poco después, la lluvia se detuvo, y un hermoso arcoíris apareció en el cielo. Todos miraron con asombro y felicidad.

"Esto es hermoso, es como si el cielo también estuviera celebrando con nosotros", dijo Leila, con una gran sonrisa?

Decididos a hacer de aquel festival un recuerdo inolvidable, los niños propusieron hacer una gran cadena, uniendo a todos los presentes. En una ronda de agradecimientos y celebrar la diversidad, cada uno compartió alguna frase en su idioma nativo, simbolizando así la unidad entre diferencias.

"¡Gracias por compartir sus historias!" dijo Tomás.

"Shukran!" (¡Gracias! ), respondió Amina.

"Arigato!" (¡Gracias! ), agregó Kenji.

"¡Gracias!" concluyó Leila, todos riendo juntos.

A partir de aquel día, el Gran Festival de Amistad se convirtió en una tradición en Arcoíris. Los niños aprendieron que las diferencias son el verdadero ingrediente que hace rica la vida y que siempre hay un espacio para la amistad, sin importar de dónde se venga. Y, sobre todo, aprendieron que nunca hay que dejar que una pequeña lluvia apague la alegría de compartir y celebrar.

Y así, entre risas, bailes, historias y un hermoso arcoíris, nació una hermosa amistad que traspasó fronteras, llenando el mundo de colores con cada nuevo relato compartido.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!