El Gran Festival de la Amistad
Érase una vez, en un pequeño pueblo llamado Amistad, donde todos los habitantes vivían en paz y armonía. Los niños del lugar, un grupo de amigos inseparables, pasaban sus días jugando en la plaza. Entre ellos estaban Luna, una niña creativa y soñadora; Leo, un niño fuerte y protector; y Sofía, una chica risueña y generosa. Un día, decidieron organizar el "Gran Festival de la Amistad" para celebrar los valores de solidaridad, equidad y fraternidad.
Sin embargo, cuando comenzaron a planificar la fiesta, surgió un problema. La plaza estaba muy sucia y llena de desechos. "No podemos hacer la fiesta en un lugar así", dijo Luna. "Sí, pero no tenemos suficiente dinero para contratar a alguien que lo limpie", añadió Sofía, con desánimo. Leo, siempre optimista, sugirió: "¿Por qué no hacemos una jornada de limpieza con todos los vecinos? ¡Así también invitamos a todos a participar!"
Decididos a hacer algo, el trío corrió por el pueblo invitando a todos a unir fuerzas. "¡Vení, traé una escoba!", gritaban a cada casa. La respuesta fue diversa; algunos vecinos dudaban y otros se mostraban entusiasmados.
El día de la limpieza llegó y, aunque muchos ayudaron, algunos se quedaron en casa. Pero, para sorpresa de los amigos, una familia nueva en el barrio, los Gómez, se unió con entusiasmo. "¡Nos encantaría ayudar!", dijeron. Juntos, con sonrisas y buen ánimo, empezaron a limpiar.
Durante la limpieza, los niños notaron que algunos chicos de la calle (los Fernández) no estaban ayudando porque no tenían escobas. Entonces, Sofía dijo: "Chicos, ¡vengan! Así no se quedan sin limpiar. ¡Usen nuestras escobas!". Esta acción ayudó a que los Fernández se sintieran incluidos, y no tardaron en unirse al trabajo.
Mientras limpiaban, empezaron a charlar y a conocerse mejor. Luna preguntó a los Gómez sobre cómo se habían mudado al pueblo, y Leo ayudó a los Fernández a entender cómo podías cuidar más el medio ambiente. Se dieron cuenta de que compartir ideas y experiencias también es parte de la fraternidad.
Tras unas horas, la plaza brillaba de limpieza. Todos estaban cansados, pero contentos. "¡Miren lo que hemos logrado juntos!", exclamó Leo, emocionado. "¡Sí! ¡Ahora el festival será aún más especial porque lo hicimos entre todos!", respondió Sofía.
El día del Gran Festival llegó, y estaba lleno de actividades, juegos y comida. Todos estaban invitados, y los niños mostraron su agradecimiento a los que habían participado. "Gracias a los Gómez y los Fernández por su ayuda. ¡Hoy nos sentimos como una gran familia!", dijo Luna al micrófono. La plaza resplandecía de alegría y color.
Los niños organizaron una competencia de talento, donde cada familia podía participar. Los Gómez se presentaron con una canción, los Fernández contaron una historia y los amigos mostraron un teatro sobre la amistad y la importancia de trabajar juntos. Todos aplaudieron, y se veía que los valores de solidaridad, equidad y fraternidad se habían expandido entre todos los asistentes.
El festival fue un éxito, y al final del día, varios vecinos, incluidos los que no habían querido participar en la limpieza, se acercaron. "Nos encantaría ser parte de la próxima limpieza", dijeron. Los amigos sonrieron, sintiéndose felices de haber sembrado las semillas de la solidaridad y el trabajo en equipo.
Y así, el pueblo de Amistad aprendió que, al trabajar juntos, se puede lograr que el lugar brille por dentro y por fuera. La amistad se fortaleció, y los valores que habían aprendido ese día se convirtieron en parte de la vida cotidiana de todos.
Desde entonces, cada año se celebró el Gran Festival de la Amistad, y el pueblo nunca dejó de recordar lo importante que era cuidarse unos a otros y trabajar juntos por un mundo mejor.
FIN.