El Gran Festival de la Empatía
Había una vez en un colorido pueblo llamado Sonrisas, un grupo de amigos: Lila, el loro charlatán; Tito, el travieso conejo; y Jito, el inteligente ratón. Un día, decidieron organizar un festival en el parque. Todos en el pueblo estaban emocionados por la fiesta que se llevaría a cabo en un gran día soleado.
"¡Hagamos la mejor fiesta de todas! ¡Con juegos, música y comida!" -exclamó Lila con sus alas brillantes.
"Sí, pero también necesitamos ayudar a los demás a sentirse bien y disfrutar de la fiesta" -dijo Jito mientras pensaba.
Mientras planeaban, notaron que su amiga Rita, la tortuga, estaba triste. Rita siempre era muy amable, pero ese día no parecía tener ganas de salir.
"¿Qué te pasa, Rita?" -preguntó Tito, moviendo sus orejas inquieto.
"No sé si puedo estar en el festival. Me siento lenta y diferente de todos ustedes" -respondió Rita, mirando hacia abajo.
Jito, que siempre pensaba en cómo ayudar a otros, tuvo una idea.
"¿Y si hacemos juegos donde todos podamos participar, independientemente de nuestras habilidades?" -sugirió, emocionado.
Los amigos empezaron a pensar en juegos que fueran divertidos para todos. Así que Lila se puso a organizar un juego de relevos donde cada uno debía aportar algo especial. Tito pensó en una carrera, pero no una carrera común, sino una carrera de obstáculos que incluiría zonas para correr rápido y otras para moverse lentamente.
"¡Perfecto! Así todos pueden participar" -dijo Lila, aplaudiendo con alegría.
Cuando llegó el día del festival, todo el pueblo estaba listo para jugar y divertirse. Había globos de colores, una mesa llena de golosinas y un montón de sonrisas. Todos los habitantes de Sonrisas fueron llegando, y Rita se sintió un poco más emocionada al ver todo el bullicio.
El primer juego fue la carrera de obstáculos. Lila voló por el aire guiando a todos, mientras Tito saltaba ágilmente. Cuando llegó el turno de Rita, todos se detuvieron para animarla.
"¡Vamos, Rita! ¡Vos podés!" -gritó Tito, saltando de alegría.
Rita se quedó mirando, nerviosa al principio, pero al escuchar a sus amigos sentir que su corazón latía más rápido. Con su paso tranquilo y determinado, comenzó a avanzar, sorteando los obstáculos con cuidado. Todos los demás comenzaron a correr junto con ella.
"¡Mirala a Rita! ¡Es la mejor!" -exclamó Jito, mientras corría a su lado.
Cerca del final, Tito se dio cuenta de que había un obstáculo más difícil. Se sentía preocupado y dudoso por Rita.
"No sé si puede, ¡es muy alto!" -dijo Tito, agachando las orejas.
Pero Lila, siempre optimista, le respondió:
"¡Sí puede! ¡Solo necesita un poco más de tiempo!"
Entonces, Tito, inspirado por su amiga, decidió detenerse un momento y la ayudó a encontrar una manera de sortearlo.
"¡Vamos juntos!" -dijo Tito extendiendo su patita hacia ella.
Rita tomó aliento y siguió avanzando con la ayuda de sus amigos. Al llegar al final, todos celebraron con aplausos y risas. Rita estaba tan feliz que su cara se iluminó de alegría.
"¡Lo logré! ¡Lo logré!" -gritaba, casi sin poder contener su emoción.
El festival continuó con más juegos, música y alegría. Todos los animales del pueblo se unieron para hacer que Rita se sintiera especial, y uniendo sus talentos, se dieron cuenta de que el amor, la empatía y la amistad podían hacer que todos se sintieran incluidos.
Al final del día, Lila, Tito y Jito observaron a Rita bailando.
"¡Ves! La mejor parte de un festival no es solo los juegos y la comida, sino poder compartirlo con nuestros amigos" -dijo Lila.
"¡Y entender cómo se siente el otro!" -agregó Jito.
Desde ese día, el pueblo de Sonrisas celebró el Gran Festival de la Empatía todos los años, recordando siempre que lo importante no era vencer a los demás, sino estar juntos y cuidar de cada uno, haciendo que cada corazón se sienta feliz.
Y así, todos en el pueblo aprendieron que ser amable, escuchar y ayudar a los demás es lo que verdaderamente cuenta.
Fin.
FIN.