El Gran Festival de las Culturas
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde cada casa tenía un color diferente y cada vecino traía consigo una historia única. En Arcoíris vivían personas de distintas culturas y lenguas, y todos estaban emocionados porque se acercaba el Gran Festival de las Culturas, un evento donde cada grupo mostraría sus tradiciones, comidas y bailes.
Sara, una niña con cabello rizado y siempre sonriente, era la encargada de organizar el festival. Hacía semanas que había estado trabajando duro, visitando a cada grupo para preguntarles sobre sus costumbres. Sin embargo, mientras hablaba con cada uno, notó que los grupos a veces no querían compartir su cultura con los demás.
"¿Por qué no vienen a ayudarme a preparar el festival? El mundo se llena de colores cuando compartimos nuestras tradiciones!" - insistió Sara, con los ojos brillando.
Pero Pedro, un niño de la comunidad indígena, respondió un poco triste:
"No entiendo por qué debería mostrar mi danza. Todos se ríen de nosotros."
No muy lejos, Camila, de familia inmigrante, asintió con la cabeza:
"Sí, a veces siento que nuestras costumbres son raras. Lo mismo nos pasó el año pasado. Fue incómodo."
Sara pensó que debía hacer algo. Entonces ideó un plan: reunir a todos para contarles que cada cultura tiene algo especial por compartir, y si se permiten ser ellos mismos, todos se enriquecerán.
Así que un día, invitó a todos a la plaza central donde había una gran fuente en forma de corazón. Con un megáfono en mano, Sara subió a una banca:
"¡Atención, Arcoíris! Este año, quiero que cada uno sepa que en la mezcla de nuestras costumbres está la magia!"
La gente comenzó a murmurar, pero entonces Sara continuó con más convicción:
"Imaginemos un día donde cada baile, cada comida y cada lengua se junte, formando un gran arcoíris de tradiciones. ¿Qué tal si hacemos eso y vemos qué sucede?"
Los vecinos comenzaron a contemplar la idea. Con un poco de entusiasmo, decidieron darle una oportunidad. Así, comenzaron las reuniones por grupos. Cada uno llevó un plato típico, y se enseñaron danzas y cantos en distintos idiomas. Todos eran bienvenidos y las risas comenzaron a llenar la plaza.
A medida que se acercaba el día del festival, los ensayos se tornaron cada vez más divertidos. Sin embargo, el día antes del Gran Festival, una tormenta inesperada arrasó Arcoíris y destruyó los decoro de la plaza. Todos los niños pensaron en rendirse que a esta altura la fiesta sería un desastre.
Sara, muy desanimada, sintió que su corazón se rompía en pedacitos:
"No sé si podremos hacer algo para recuperarnos de esto..."
Pero los adultos, que habían estado escuchando desde un rincón, se acercaron:
"No hay que desanimarse, ¡si nos unimos podemos reconstruirlo!" - dijo la abuela de Pedro, que hacía unas riquísimas empanadas. Y así, como un grupo unido, empezaron a trabajar juntos. Cada familia llevó madera, telas, luces y otros elementos para ayudar a reconstruir la plaza en tiempo récord.
Así fue como el Gran Festival de las Culturas resultó ser un gran éxito. Los colores, risas y aromas de tantas tradiciones llenaron el aire. El escenario estaba preparado, y cada grupo presentó su danza y su música con orgullo. El pueblo se llenó de alegría al ver cómo cada costumbre era celebrada y aplaudida.
Cuando llegó la hora de compartir las comidas, la plaza se llenó de sabores sorprendentes. Todos probaban las empanadas de la abuela de Pedro, los noodles de la tía de Camila y el asado de Sara. Nadie se atrevío a decir que algo era raro, porque cada uno valoraba lo especial que era para cada familia.
"Esto es increíble!" - gritó Pedro, bailando al ritmo de una música que nunca había escuchado
"¡Nunca imaginé que nuestras costumbres podían hacer tanto ruido juntas!"
"¡Lo que me gusta es que aquí todos somos uno!" - agregó Camila entre risas.
Al final del día, mientras las luces parpadeaban y las familias reían, Sara levantó una mano para llamar la atención:
"Gracias a todos. Hoy demostramos que la diversidad es nuestro mayor tesoro. ¡Sigamos compartiendo, aprendiendo y creciendo juntos!"
Y así, crecieron no solo en comprensión y respeto, sino en amistad. En el corazón de Arcoíris todos aprendieron que la diversidad cultural étnica y lingüística era la pintura de un bello mural llamado vida.
Fin.
FIN.