El Gran Festival de los Nombres
Érase una vez, en un colorido pueblo llamado Diversilandia, donde cada niño y niña tenía un nombre único que reflejaba su identidad. En Diversilandia, cada nombre tenía su propia historia, y todos los habitantes se sentían muy orgullosos de sus raíces.
Un día, la alcaldesa del pueblo, Doña Colibrí, anunció un concurso muy especial: ¡El Gran Festival de los Nombres! Se invitaba a todos a celebrar sus nombres y compartir la historia detrás de ellos. El premio sería una bandera de colores que representaría la diversidad de los nombres del pueblo.
"¡Estoy tan emocionado!" - exclamó Leo, un niño de pelo rizado y ojos chispeantes. "Mi nombre significa 'valiente' y quiero demostrar que puedo serlo durante el festival."
"Yo también quiero participar" - dijo Sofía, una niña dulce con un peinado de trenzas. "Mi nombre significa 'sabiduría', así que haré algo sorprendente para que todos lo recuerden."
Los niños empezaron a prepararse para el festival, cada uno con la misión de compartir su nombre. Mientras ensayaban, se acercó un niño nuevo al pueblo, un poco tímido, que se llamaba Sami.
"¿Por qué todos están tan emocionados?" - preguntó Sami, rascándose la cabeza. "Yo no tengo una historia detrás de mi nombre."
"Eso no es cierto, Sami" - le respondió Sofía, con una sonrisa. "Todos tenemos una historia que contar, sólo hay que descubrirla. ¡Vení! Te ayudamos!"
Los tres niños decidieron pasar la tarde juntos, explorando el pueblo y preguntándole a la gente sobre sus nombres y sus significados. Se encontraron con la señora Lila, quien dijo que su nombre significa 'flor' y era una cosechadora de flores. Luego, conocieron a Don Martín, que les contó que su nombre significa 'guerrero' y había defendido a su pueblo hace muchos años.
Sami se fue sintiendo más inspirado.
"Quizás, mi nombre se refiere a la palabra 'paz' en otro idioma" - dijo Sami pensativo. "Y eso es lo que siempre quise ser: un constructor de paz entre amigos."
El día del festival llegó, y el pueblo estaba lleno de color y alegría. Los niños se prepararon para sus presentaciones. Leo sorprendió a todos con una actuación valiente que contó la historia de su nombre, mientras Sofía compartió un cuento lleno de sabiduría que había encontrado en un libro.
Finalmente, llegó el turno de Sami. Aunque estaba nervioso, tomó aire y se acercó al micrófono.
"Hola a todos, soy Sami y mi nombre significa paz" - comenzó a decir. "Hoy quiero contarles que cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser un constructor de paz. En un mundo lleno de diferencias, podemos ser amigos y aprender unos de otros."
El pueblo escuchó en silencio, y cuando Sami terminó, estallaron en un aplauso ensordecedor.
"¡Eso fue hermoso, Sami!" - gritó Leo.
La alcaldesa Doña Colibrí también aplaudió. "Estoy muy orgullosa de todos ustedes. Este festival no sólo celebra sus nombres, sino la diversidad y la unión de nuestro pueblo."
Al final, los niños fueron declarados ganadores del festival y juntos levantaron la bandera de colores.
"¡Esto es sólo el comienzo!" - gritó Sofía.
"¡Sí! Debemos seguir compartiendo nuestras historias y ayudar a otros a encontrar la belleza de sus propios nombres!" - agregó Sami, radiante y feliz.
Y así, el Gran Festival de los Nombres no sólo fue una celebración de la identidad, sino la promesa de que cada voz importaba, y que todos tenían el derecho de ser quienes eran y de celebrar su singularidad juntos.
FIN.