El Gran Festival de los Pueblos



Érase una vez, en un rincón del país donde se encontraban tres pueblos: Pueblito Verde, Pueblito Amarillo y Pueblito Rojo. Cada pueblo tenía su propia cultura, tradiciones y sabores, pero había algo que los unía: la montaña de los tres valles, donde se podían ver las estrellas brillar más que en ningún otro lugar.

Un día, los tres pueblos decidieron organizar un gran festival para celebrar su amistad y compartir lo mejor de cada uno. La idea nació en una reunión entre los líderes de cada pueblo.

"¡Quiero que nuestras tradiciones brillen en el festival!", exclamó la señora Margarita, de Pueblito Verde.

"Y no olvidemos la música, ¡la fiesta tiene que ser inolvidable!", agregó Don Miguel, de Pueblito Amarillo.

"¿Quién se encargará de la comida?", preguntó el señor Julián, de Pueblito Rojo.

Así, decidieron formar un comité donde cada pueblo se encargaría de una parte. Pueblito Verde llevaría las verduras y frutas frescas, Pueblito Amarillo traería la música y Pueblito Rojo se encargaría de los postres deliciosos.

A medida que pasaban los días, la emoción crecía. Pero, un día antes del festival, una tormenta inesperada llegó a la montaña. El viento sopló con fuerza, y una gran piedra cayó bloqueando el camino que unía a los pueblos.

"¡Oh no!", gritó la señora Margarita, "¿Cómo vamos a llegar al lugar del festival?"

"No podemos dejar que esto nos detenga", dijo Don Miguel decidido. "Tenemos que encontrar una solución juntos".

"Tal vez podamos usar las viejas escaleras de piedra que había en el valle", sugirió el señor Julián.

Los tres decidieron que, por más difícil que fuera, cada pueblo enviaría un grupo para arreglar la ruta. Se organizaron, llenos de determinación y unión.

Esa tarde, el clima se puso más tranquilo. Los habitantes de Pueblito Verde empezaron a recorrer el camino con herramientas y muchas ganas. Cuando llegaron a la piedra, se dieron cuenta que era más grande de lo que pensaban.

"No sé si podremos moverla", dijo un niño con desánimo.

"No estamos solos, somos un pueblo. ¡Esto lo haremos juntos!", gritó un adulto, y todos se unieron.

Así, los habitantes de Pueblito Verde comenzaron a hacer fuerza, uno a uno comenzaron a empujar la piedra, mientras que algunos corrían a buscar más ayuda. A los pocos minutos llegaron los de Pueblito Amarillo.

"¡Estamos aquí para ayudar!", dijo Don Miguel mientras traía un par de cuerdas.

Ambos pueblos comenzaron a atar la piedra y a hacer fuerza en equipo. Poco a poco, la piedra empezó a moverse. Cuando casi logran desplazarla, los de Pueblito Rojo llegaron con más manos para ayudar.

"¡Vamos que podemos!", gritó el señor Julián motivando a todos.

Y así, con un gran grito de unidad, los tres pueblos empujaron con todas sus fuerzas. Finalmente, la piedra se deslizó y el camino quedó despejado. Todos se abrazaron y celebraron su esfuerzo compartido.

"¡Lo logramos! ¡El festival sigue en pie!", exclamó la señora Margarita.

"¡Ahora todos a preparar las cosas!", añadió Don Miguel.

La mañana del festival, el cielo estaba despejado y el sol brillaba. Los tres pueblos se unieron en el lugar de la montaña y cada uno trajo sus especialidades. Las mesas estaban llenas de color, música y risas.

La gente bailaba, comían platillos que nunca antes habían probado. Hasta hicieron competencia de talentos, mostrando sus habilidades.

"¡Miren las estrellas!", dijo un niño mirando hacia arriba.

"Brillan más que nunca porque hoy celebramos la amistad y el trabajo en equipo", concluyó el señor Julián.

Así, con el corazón lleno de alegría, los pueblos se prometieron seguir ayudándose el uno al otro, no solo en festividades, sino cada vez que se presentara la necesidad. Un año pasó, otro festival fue planeado, y la misma piedra que había bloqueado el camino se convirtió en un símbolo de su unidad y amistad.

Y así, Pueblito Verde, Pueblito Amarillo y Pueblito Rojo aprendieron que organizados y en movimiento, podían superar cualquier obstáculo. De hecho, el festival se volvió una tradición anual, donde no solo festejaban su diversidad, sino que también trabajaban juntos, haciendo del mundo un lugar mejor para todos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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