El Gran Festival de los Sonidos



Era un día soleado en la escuela de Villa Alegre. Los niños corrían por el patio, riendo, y sus risas resonaban entre los árboles como un canto de pájaros que anunciaba la llegada de la primavera. En ese lugar, donde la amistad florecía, los alumnos se preparaban para un evento muy especial: El Gran Festival de los Sonidos.

- ¡Escuchen! - gritó Martín mientras pateaba una pelota que rebotaba locamente entre sus amigos. - ¡Hoy tenemos que hacer ruido y divertirnos! -

- ¡Sí! ¡Vamos a mostrarles a todos lo que podemos hacer! - respondió Clara, mientras organizaba a los niños para un pequeño ensayo de su obra de teatro.

Los maestros, emocionados, comenzaban su jornada. El profesor Hugo explicaba con entusiasmo:

- Hoy, además de divertirnos, vamos a aprender sobre los sonidos que nos rodean. ¿Quién puede decirme qué elementos hacen ruido en nuestra escuela? -

- ¡El viento! - exclamó Sofía alzando la mano.

- Y la campana - agregó Julián.

Con cada respuesta, el maestro anotaba en la pizarra, creando una lista cada vez más larga. El aula repleta de hojas traspapeladas y lapiceros de colores reflejaba la energía de los pequeños. El susurro de unos y el grito alegre de otros llenaban el ambiente de vida.

Con el Festival a la vuelta de la esquina, los docentes decidieron hacer un concurso. Cada curso debía preparar una presentación que representara un sonido de la naturaleza. Los alumnos se dividieron en grupos y comenzaron a trabajar en sus ideas.

- ¡Hagamos un canto de pájaros! - sugirió Ramiro. - Podemos imitar los sonidos de distintos pájaros.

- Me gusta la idea - asintió Valentina. - Y podemos usar nuestras manos para hacer el sonido de las alas.

Mientras tanto, otro grupo, liderado por Eliseo, estaba dispuesto a representar la lluvia con sus cuerpos.

- Podemos crear un ritmo usando nuestras palmas y los pies - propuso. - Como si estuviéramos bajo la lluvia.

Los días pasaban, las risas y los silbidos llenaban el aire, y la expectativa crecía. Finalmente, llegó el gran día. El salón de actos estaba decorado con colores y hojas dibujadas por los alumnos. Antes de comenzar, el maestro Hugo dijo:

- Recuerden que lo más importante es disfrutar y aprender mientras nos divertimos.

Los alumnos mostraron sus presentaciones uno tras otro. El grupo de Ramiro y Valentina hizo una maravillosa imitación de pájaros, mientras que Eliseo y su grupo lograron crear el sonido de la lluvia que resonaba por toda la sala. Las risas y las explosiones de aplausos llenaban el ambiente.

Cuando llegó el turno de Clara, todos estaban nerviosos.

- ¡Vamos! - los alentó Martín. - Todo va a salir bien.

- No puedo hacerlo sola - se preocupó Clara. - Si no, no voy a poder representar a los pájaros.

Pero en ese momento, sus amigos se unieron.

- ¡Estamos todos contigo! - gritaron al unísono. - ¡Juntos podemos!

Tomando confianza, Clara se puso de pie y comenzó a cantar una melodía que imitaría un canto de pájaro. Y de repente, el silencio se apoderó del lugar. Todos los chicos la acompañaron con palmas y sonidos de sus voces, creando una auténtica orquesta de canto de pájaros. La risa de los niños rebotaba como un eco en toda la sala.

Al finalizar todas las presentaciones, el maestro Hugo aplaudió emocionado.

- Felicitaciones a todos, cada uno de ustedes ha hecho su propia melodía y es única. Lo que aprendimos hoy es que, si trabajamos juntos, conseguimos hacer algo hermoso. Como en la naturaleza, donde cada sonido tiene su lugar. ¡Son un equipo maravilloso! -

Al finalizar el evento, los padres se unieron para felicitar a los chicos. - Estoy muy orgulloso de ustedes, - dijo el papá de Julián. - Lo hicieron excelente, demostraron que hay que unirse y ser creativos para hacer cosas sorprendentes.

Los chicos sonrieron, llenos de alegría. Habían aprendido no solo sobre los sonidos que los rodeaban, sino también sobre la importancia de la colaboración, la confianza y la creatividad. Mientras se marchaban a casa, el canto de un pájaro resonó en el aire, y todos quedaron en silencio, sonriendo, sintiéndose parte de un mundo lleno de magia y sonidos especiales.

Y así, el Gran Festival de los Sonidos no solo se convirtió en una celebración de la música y la creatividad, sino también en una hermosa lección de amistad y trabajo en equipo. Cuando la risa y la alegría se entrelazan, se crean recuerdos que perduran para siempre.

FIN.

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