El Gran Festival de los Valores
Era un hermoso día en el pueblo de Colorete, donde todos los caminos estaban llenos de flores y los árboles danzaban con el viento. Este año, los habitantes del pueblo se preparaban para el Gran Festival de los Valores, un evento muy esperado por todos, donde cada uno podía mostrar lo que había aprendido sobre la amistad, la honestidad, la solidaridad y el respeto.
Los niños de Colorete, ansiosos por mostrar lo que sabían, se reunieron en la plaza del pueblo.
"¡Este año será increíble!", exclamó Lucía, una niña alta con una coleta rubia.
"¿Qué vas a hacer, Lucía?", preguntó Tomás, un niño bajito con gafas.
"Voy a contar la historia de cómo ayudé a mi abuela a hacer su jardín. Creo que eso muestra la importancia de cuidar a los demás", respondió Lucía con una sonrisa.
De repente, apareció Gonzalo, un niño travieso que siempre tenía un plan bajo la manga.
"¡Yo voy a construir una montaña rusa de cartón!", dijo con entusiasmo. "Eso va a ser el centro de atención".
Los niños se miraron entre sí, un poco desconcertados.
"¿Cómo va a ser eso un valor?", cuestionó Tomás.
Gonzalo se encogió de hombros.
"Bien… será emocionante, al menos".
A medida que se acercaba el festival, los niños trabajaron arduamente en sus presentaciones. Lucía seguía contando su historia a los demás, mientras que Gonzalo continuaba empeñado en hacer su montaña rusa.
El día del festival, la plaza estaba llena de alegría y colores. Los adultos también estaban entusiasmados. Cada niño se turnó para mostrar su talento.
Primero fue Lucía.
"Hoy voy a contarles sobre la importancia de ayudar a las personas que amamos. Una vez, mi abuela no podía cuidar su jardín y decidí ayudarle. Pasamos un día precioso juntas, sembrando flores y riendo. Aprendí que ayudar a quienes queremos es muy especial".
Todos aplaudieron. La historia de Lucía conmovió a muchos. Luego fue el turno de Tomás, que compartió cómo siempre decía la verdad, incluso cuando le costaba. Gonzalo miraba impaciente.
Finalmente, llegó el momento de la montaña rusa de Gonzalo. Sintiéndose nervioso, se puso frente a todos.
"Yo hice una montaña rusa, y aunque no tiene mucho que ver con los valores, quiero que todos tengan un momento divertido", dijo, sintiendo que las palabras le salían entrecortadas.
La montaña rusa era una serie de rampas de cartón que llevaban a algunos niños en un pequeño carrito. Pero había algo en el aire; a medida que los niños subían y bajaban, se caían algunas piezas de cartón, y Gonzalo se preocupó.
"¡No, no! ¡Deténganse!", gritó, pero algunos niños ya estaban disfrutando de la atracción.
Fue entonces cuando pidió ayuda.
"¡Ayúdenme, chicos!", exclamó. "No puedo dejar que alguien se lastime".
Los demás niños inmediatamente se unieron a él para arreglar el problema. Lucía y Tomás comenzaron a ajustar las piezas que se habían soltado, mientras otros se aseguraban de que todos estaban bien.
Después de unos minutos, la montaña rusa estaba lista para volver a funcionar, y la confianza de Gonzalo creció al ver cómo sus amigos se unieron por un momento de necesidad.
"Gracias, chicos", dijo Gonzalo, con una gran sonrisa. "Hoy aprendí que la amistad y ayudar a los demás también son valores importantes".
Al final del día, el jurado del festival no supo elegir a un solo ganador, ya que cada uno había mostrado valores diferentes y muy especiales. El alcalde del pueblo, un hombre mayor y muy sabio, se acercó a los niños.
"Hoy hemos aprendido que los valores no son solo cosas que se dicen, sino que son lo que hacemos en los momentos en que más se necesita", les dijo.
Todos los niños sonrieron y aprendieron que cada uno de ellos, a su manera, había aportado algo grande al festival. Desde ese día, en Colorete, todos los días se celebraba el Gran Festival de los Valores, porque cada día era una nueva oportunidad para mostrar lo mejor de sí mismos.
Y así, el pueblo de Colorete se convirtió en un lugar donde la amistad, el respeto y la solidaridad florecieron como bellas flores en un jardín, gracias a la unión de todos.
Fin.
FIN.