El Gran Festival de los Valores
En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde los techos eran de colores brillantes y las flores estaban siempre en pleno esplendor, los habitantes estaban emocionados por la llegada del Gran Festival de los Valores. Este festival celebraba la amistad, la inclusión, la empatía y el respeto entre todos los habitantes del pueblo. Todos trabajaban juntos para hacer que el festival fuera un éxito, pero este año, algo mágico sucedió.
Era un día soleado cuando Clara, la niña más curiosa del pueblo, decidió ayudar a organizar el evento. Mientras corría por la plaza, se encontró con su amigo Tomás, que siempre estaba lleno de ideas creativas.
"¡Tomás! ¡Vamos a hacer algo especial para el festival!" - propuso Clara emocionada.
"¡Sí! Podríamos hacer una gran mural donde todos puedan escribir sus sueños y deseos para el pueblo" - respondió Tomás con una enorme sonrisa.
Ambos se pusieron manos a la obra. Sin embargo, al buscar los materiales, se dieron cuenta de que no tenían suficiente pintura de colores. De repente, Clara tuvo una idea.
"¿Por qué no pedimos ayuda a los demás? Quizás cada uno pueda traernos un poco de pintura de sus casas" - sugirió.
Tomás dudó un segundo.
"Pero, Clara, ¿no crees que algunos no querrán compartir? Algunos vecinos siempre parecen un poco distantes..."
Clara miró a Tomás y le sonrió.
"¡Esa es la clave! Cuantos más seamos, más hermoso será nuestro mural. ¡Vamos a intentarlo!"
Al principio, les costó un poco convencer a otros. La señora Rosa, que siempre se quejaba del ruido, los recibió con un leve gesto de desdén.
"¿Por qué debería compartir mi pintura, niños?" - dijo con un tono serio.
Clara, sin rendirse, le respondió:
"Porque si todos ponemos un poco de nuestras ideas y colores, este mural representará a todos los habitantes de Arcoíris. Todo se verá más bonito si lo hacemos juntos."
La señora Rosa se quedó pensando. Finalmente soltó una pequeña risa y dijo:
"Bueno, está bien, pero sólo si los otros vecinos también traen algo."
Emocionarse por la idea de Rosa fue un gran paso. Clara y Tomás decidieron visitar al viejo Don Ramón, quien siempre parecía estar en su propio mundo.
"Don Ramón, venimos a invitarte a participar en nuestro mural" - exclamó Tomás.
"No sé, niños, yo solo me quedo en mi jardín..." - dijo Don Ramón sin mucho interés.
"El jardín también es un lugar especial para compartir, Don Ramón. ¡Necesitamos los colores del mundo!" - insistió Clara.
Don Ramón sonrió, y para su sorpresa decidió unirse a ellos con un frasco lleno de pintura verde que había usado una vez para sus flores.
Así, poco a poco, más vecinos comenzaron a unirse. Claro, como la señora Rosa, y Don Ramón, también llegaron otros, sorprendidos de cómo su comunidad respondía al llamado de la inclusión.
El día del festival, la plaza había cambiado. Todos, desde los más pequeños hasta los más grandes, estaban allí. Clara y Tomás miraban el mural mientras veían a sus vecinos contribuyendo con risas y colores.
Finalmente, el mural quedó hermoso, lleno de manitos pintadas y sonrisas. Cuando llegó la hora de la inauguración, el alcalde del pueblo dio un discurso conmovedor:
"Este mural es un reflejo de lo que podemos lograr cuando nos unimos. La inclusión es la clave de nuestra felicidad."
Los aplausos resonaron por toda la plaza. Clara y Tomás se miraron y sonrieron, sabiendo que habían cambiado algo en su querido pueblo.
"La próxima vez, hagamos algo aún más grande" - dijo Tomás.
"¡Sí! ¡Podemos hacer una obra de teatro donde todos participen!" - respondió Clara llena de energía.
El Gran Festival de los Valores no solo había sido un evento espectacular, sino que había unido al pueblo de Arcoíris más que nunca. Y así, aprendieron la importancia de trabajar juntos, de incluir a cada uno y de celebrar la diversidad que cada persona traía consigo.
Desde entonces, el pueblo nunca dejó de hacer cosas juntos. En cada jardín, en cada ventana, estaba el mural que una vez había unido corazones y que seguía recordando a todos que la inclusión siempre trae colores más brillantes a la vida.
FIN.