El gran fortín de Mingo



Había una vez un niño llamado Mingo, quien era conocido por ser el más travieso del barrio. Siempre estaba metido en problemas y hacía travesuras sin pensar en las consecuencias.

Sus padres estaban preocupados porque no sabían cómo enseñarle a comportarse correctamente. Un día, mientras Mingo jugaba en el parque con sus amigos, vio a un grupo de niños construyendo un fuerte de arena. Sin pensarlo dos veces, decidió arruinarlo al saltar sobre él.

Los otros niños se enfadaron mucho y le dijeron:- ¡Mingo, siempre arruinando nuestras cosas! ¿Por qué no puedes dejar de ser tan travieso? Mingo se encogió de hombros y se alejó riendo.

Pero esa noche, cuando estaba acostado en su cama pensando en lo que había pasado, comenzó a sentirse mal por haber arruinado la diversión de los demás. Al día siguiente, Mingo decidió hacer algo diferente. Se levantó temprano y fue al parque antes que todos los demás.

Quería reparar su error y demostrarles que podía ser bueno también. Cuando llegaron los otros niños al parque, se sorprendieron al ver a Mingo allí esperándolos con una gran sonrisa. - ¡Hola chicos! -dijo Mingo-.

Hoy quiero ayudarlos a construir el mejor fuerte de arena que hayan visto. Los demás niños dudaron por un momento, pero finalmente aceptaron la propuesta de Mingo. Juntos trabajaron duro durante horas para construir el fuerte más grande y hermoso del mundo.

Cuando terminaron, los niños se miraron unos a otros con asombro. Estaban orgullosos de lo que habían logrado y se dieron cuenta de que trabajar en equipo era mucho más divertido que pelearse.

Desde ese día, Mingo cambió su forma de ser. Aprendió que las travesuras solo traían problemas y no eran tan divertidas como parecían. Comenzó a ayudar a los demás, escuchar sus ideas y respetar sus cosas.

Poco a poco, Mingo se convirtió en el niño más querido del barrio. Sus amigos lo admiraban por su cambio y le pedían consejos cuando tenían algún problema. Mingo entendió que la amistad y el respeto eran mucho más importantes que ser el niño más travieso del lugar.

Aprendió a valorar las cosas buenas de la vida y a cuidarlas. Y así, Mingo vivió muchas aventuras junto a sus amigos, siempre recordando la lección aprendida: ser bueno con los demás es lo mejor para todos. Fin.

FIN.

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