El Gran Helado Derritido de Paula



Era un caluroso día de verano en el pequeño pueblo de Las Flores. Paula, una niña de ocho años con una sonrisa radiante y una gran imaginación, decidió que era el momento perfecto para disfrutar de un delicioso helado. Su sabor favorito era el de frutilla, y ese día, había conseguido un enorme cucurucho que brillaba bajo el sol.

Mientras caminaba por el parque, Paula observaba a los demás niños jugar y reír. "¡Miren cuánto disfrutan!"- pensó. Con cada lamido a su helado, su felicidad crecía, pero de repente, el calor comenzó a hacer de las suyas. Antes de que se diera cuenta, el helado comenzó a derritir.

"¡Oh, no!" - exclamó Paula, observando cómo la frutilla se deslizaba por el cucurucho y caía al suelo. Los hilitos rosados fueron dejando un charquito en la acera mientras ella trataba de salvar lo que quedaba. "¡No puede ser! Era mi helado favorito!"-

En ese momento, una ardilla juguetona se acercó, atraída por el dulce olor. "¡Mira!"- dijo Paula, indicando el charquito de helado. "¡Es un festín para vos!"- La ardilla, con sus ojos brillantes, comenzó a lamer el helado. Paula se rió, viendo lo feliz que estaba el pequeño animalito.

"Sabés qué, ardillita... tal vez no deba estar tan triste"- dijo Paula, mientras observaba a la ardilla degustar lo que había quedado de su helado. Pensando en esto, Paula decidió que no dejaría que un helado derritido arruinara su día. "Voy a la heladería a comprar otro, ¡y más grande!"-

Al llegar a la heladería, observó a una niña que estaba llorando. "¿Qué te pasa?"- le preguntó Paula. La niña sollozó: "Me caí y se me rompió el helado..."-

Paula, recordando su propio accidente, decidió hacer algo. "No te preocupes, te invito a uno"- dijo con decisión. La niña, sorprendida, la miró. "¿De verdad?"-

"Sí, mi helado se derritió, así que voy a comprar otro. No me gustaría que nadie se quede sin helado en un día tan hermoso"- respondió Paula. Ambas se dirigieron al mostrador y Paula le tomó la mano a la niña. "¿Qué sabor te gusta?"-

"Chocolate... y también frutilla, como el tuyo"- respondió la niña con una sonrisa tímida. Entonces, pidieron dos helados, uno para cada una.

El heladero las miró y sonrió. "¡Aquí tienen! Y recuerden, lo bueno es disfrutar cada bocado, sin importar si se derrite un poco"- dijo mientras les entregaba los cucuruchos.

De vuelta en el parque, Paula y su nueva amiga, que se llamaba Clara, se sentaron en un banco y disfrutaron de su helado. "¡Este es mucho mejor!"- exclamó Clara, feliz. "Sí, es que ahora tengo una amiga con quien disfrutarlo!"- agregó Paula.

Mientras charlaban sobre sus juegos y sueños, Paula sintió una gran alegría en su corazón. Aprendió que aunque algo no saliera como esperaba, siempre había una oportunidad para hacer que el día fuera mejor y compartir la felicidad con alguien más.

Así, ambas niñas decidieron volver a la heladería más tarde, esta vez en un equipo brillante, para sorprender a otros niños del parque, ¡y compartir helados a montones!

A partir del día del gran helado derritido, Paula y Clara no solo conservaron sus nuevos helados como un gran recuerdo, sino que también forjaron una hermosa amistad que duraría todo el verano y más allá. El calor del verano ya no parecía tan fuerte, porque siempre es mejor disfrutar las cosas en compañía!

FIN.

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