El Gran Juego de Escondidas en el Campo
Era un día brillante y soleado en el campo, y los hermanos Mía y Leo estaban en su casa esperando ansiosos el regreso de sus primos, Nico y Susi. Tenían un plan divertido en mente: jugar a las escondidas en el amplio campo que se extendía detrás de su casa.
"¡No puedo esperar a que lleguen!", exclamó Mía, mirando por la ventana.
"Olvidate, ¡será el mejor juego de escondidas de todos!", respondió Leo con una sonrisa.
Cuando finalmente los primos llegaron, el ambiente se llenó de risas y energía. Después de unos minutos de charlar, Mía sugirió comenzar el juego enseguida.
"¡Vamos a elegir quién cuenta primero!", propuso Mía.
"¡Yo quiero contar!", gritó Nico emocionado.
"Perfecto, entonces todos a esconderse. ¡Cuento hasta veinte!", dijo Nico mientras cubría sus ojos con las manos.
Los niños corrieron en direcciones opuestas, riendo y buscando los mejores escondites. Mía encontró un arbusto frondoso cerca de un viejo árbol, mientras que Leo se escondió detrás de un gran roble. Nico contó rápidamente, y al llegar al veinte, gritó:
"¡Listos o no, allá voy!".
La búsqueda comenzó. Nico corría de un lado a otro, tratando de encontrar a sus primos. Mía, en su escondite, contenía la respiración, intentando no hacer ruido.
Después de unos minutos, Nico encontró a Leo detrás del roble.
"¡Te encontré!", exclamó satisfecho.
"¡Ay, no! Ahora estás en la cuenta, Nico!", dijo Leo burlándose.
Nico y Leo comenzaron a buscar a Mía, pero ella estaba muy bien escondida. Mientras tanto, Susi se unió a la búsqueda:
"¿Dónde estará Mía? Podría haber ido hacia la granja también".
De repente, Mía escuchó un ruido en el arbusto al lado de ella y se asomó lentamente. ¡Era un pequeño conejito blanco! Mía se quedó encantada, olvidándose por un momento del juego. El conejito miró a Mía con curiosidad y, al ver que no había peligro, se acercó.
"¡Hola, amigo!", susurró Mía, emocionada.
Mía olvidó que estaba jugando a las escondidas y decidió seguir al conejito.
"¿A dónde vas? ¡Espera!", gritó mientras se levantaba. Mientras seguía al conejito, se adentró un poco en el campo, viendo flores de colores y mariposas volando alegremente.
Volviendo al juego, Nico y Leo terminaron encontrando rápidamente a Susi, pero cuando se dieron cuenta de que Mía estaba desaparecida, comenzaron a preocuparse.
"¿Y si se perdió?", preguntó Leo.
"No, no puede ser. Seguro que está cerca", dijo Nico intentando tranquilizarse.
Decidieron dividirse para buscarla:
"Yo iré hacia la granja", dijo Susi.
"Y yo por el camino del río", agregó Leo.
"Yo iré al campo de flores", remató Nico con determinación.
Cada uno salió en búsqueda de su prima, con el corazón latiendo rápido. Mientras tanto, Mía seguía persiguiendo al conejito, sin darse cuenta de cuánto se había alejado. El pequeño animal se detuvo y miró hacia atrás; Mía se agachó para acariciarlo, pero en ese momento escuchó a su hermano gritar su nombre.
"¡Mía! ¡Mía!"
Mía sintió un nudo en la panza; se dio cuenta que había ido demasiado lejos. Rápidamente, corrió hacia la voz de Leo. Cuando llegó a la zona donde estaba el grupo, vio cómo estaban preocupados.
"¡Mía! ¡Te estábamos buscando!", exclamó Nico aliviado.
"Lo siento, chicos, seguí a un conejito y me perdí un poco", dijo Mía con un poco de vergüenza.
Susi se acercó para darle un abrazo.
"No tienes que sentirte mal. Ya estamos todos juntos de nuevo", la consoló.
"¡Eso es lo que importa!", añadió Leo, sonriendo.
Decidieron seguir jugando juntos, pero esta vez, acordaron no perderse y siempre tener a alguien al lado. Y así continuaron, corriendo, riendo y disfrutando de la tarde maravillosa en el campo. Aprendieron que, aunque jugar es divertido, la seguridad y cuidar de los demás es lo más importante de todo.
Ya al caer el sol, todos regresaron a casa cansados pero felices, planeando su próximo día juntos en el campo, pero siempre recordando cuidar de sus amigos primero.
FIN.