El Gran Juego de la Amistad



En un pequeño colegio del barrio, los alumnos de segundo grado estaban emocionados porque se acercaba el día del Gran Juego de la Amistad. Este año, la maestra Ana había decidido que el juego sería diferente, y todos los chicos estaban llenos de expectativas.

El día del juego, los estudiantes se reunieron en el patio, donde la maestra Ana explicó las reglas.

"- Hoy, vamos a formar equipos, pero no pueden elegir a sus amigos. Vamos a mezclar a todos para que aprendan a conocerse y a jugar juntos. Es muy importante que todos se sientan bienvenidos!"

Los chicos comenzaron a murmurar entre ellos, algunos emocionados y otros un poco preocupados. En el grupo estaba Tomás, un niño nuevo en el colegio que apenas había hablado con los demás.

"- No quiero que me pongan con los chicos del fútbol. Nunca me eligen porque no sé jugar bien", dijo Tomás con una voz triste.

"- Pero si no lo intentas, nunca vas a aprender, Tomás!" le respondió su compañera Milagros, quien había estado observando a lo lejos.

"- Exacto! Además, en este juego, todos tenemos un rol importante, incluso los que son nuevos!" agregó Lucas, un niño que normalmente era el primero en ser elegido porque era muy bueno en los deportes.

Finalmente, la maestra Ana armó los equipos. Tomás estaba nervioso, pero fue colocado junto a Lucas y Milagros.

"- Vamos a ayudar a Tomás!" dijo Milagros con una sonrisa. "- No te preocupes, todos somos un equipo aquí!"

"- Gracias, chicos. Voy a intentarlo", respondió Tomás con más confianza.

Así comenzó el Gran Juego de la Amistad. Había varias actividades, algunas que requerían trabajo en equipo y otras que desafiaban las habilidades individuales. En una de las pruebas, tenían que construir una torre con bloques, pero cada miembro del equipo debía hacerlo con los ojos vendados.

"- ¡Esto es imposible!", exclamó Tomás al no saber cómo guiar a sus compañeros.

"- No te preocupes, Tomás, solo guíanos, nosotros haremos el trabajo", repuso Lucas.

A través de la comunicación y el apoyo, los tres lograron construir la torre, aunque no fue la más alta del concurso, sí fue la más creativa.

Todos aplaudieron a los equipos cuando la maestra Ana hizo una pausa.

"- ¡Increíble trabajo! Esto no es solo sobre ganar, se trata de cómo trabajamos juntos!".

Los niños comenzaron a entender que el valor del juego no estaba solo en el resultado, sino en cómo se apoyaban entre ellos.

Sin embargo, durante el tercer juego, un grupo de chicos decidió reirse de Felipe, un compañero más pequeño.

"- ¡Mirá cómo corre, parece que tiene dos pies izquierdos!" dijo uno con una risa burlona.

Tomás, al escuchar esto, se sintió molesto.

"- ¡Eso no está bien! Todos estamos aquí para divertirnos. No deberías reírte de Felipe solo porque no corre tan rápido como vos!" dijo con voz firme.

Los demás se quedaron en silencio.

"- ¡Claro, Tomás! Todos tienen que sentirse cómodos aquí. ¡Vamos a apoyarlo en vez de burlarnos!", propuso Milagros.

"- Sí! ¡A ver quién puede ayudar a Felipe!" animó Lucas.

Poco a poco, el grupo de chicos se unió para ayudar a Felipe. Aprendieron que el respeto y la empatía son más importantes que cualquier competencia.

Al final del día, la maestra Ana reunió a todos.

"- ¿Qué aprendieron hoy?" preguntó.

"- Aprendimos que ser amigo significa ayudar a otros y no hacerlos sentir mal!" dijo Milagros alegre.

"- Y que, aunque seamos diferentes, todos juntos hacemos un gran equipo", agregó Tomás, sonriendo al ver a sus nuevos amigos.

Todos los estudiantes aplaudieron, satisfechos y contentos con lo que habían vivido.

La maestra Ana sonrió al ver a sus alumnos, solidarios y unidos. "- Recuerden, siempre habrá espacio para todos en nuestro salón. La amistad y la aceptación son lo más importante".

Desde ese día, el Gran Juego de la Amistad se convirtió en un símbolo en el colegio. No solo un evento anual, sino una lección que los niños llevarían consigo en sus corazones por siempre. Y así, aprendieron que no hay lugar para la discriminación en un buen grupo de amigos.

FIN.

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