El gran juego de la amistad



En el cole de Villa Cuentos, había un patio lleno de risas, juegos y aventuras. Un día, el maestro Pablo decidió organizar un gran juego para fomentar la convivencia entre los chicos. "Hoy vamos a hacer un torneo de equipo, donde cada uno deberá trabajar junto a sus compañeros para lograr un objetivo común", explicó con una sonrisa.

Las dos aulas, la de quinto A y la de quinto B, estaban muy entusiasmadas. Pero pronto, surgió un problema: los estudiantes del quinto B, liderados por Juan, se consideraban los más habilidosos. "Nosotros vamos a ganar seguro", decía Juan presumiendo.

Por otro lado, Sofia, una de las chicas más creativas del quinto A, pensaba diferente. "No se trata solo de ganar, sino de divertirnos y conocer a los demás", comentó.

El día del torneo llegó. Las reglas eran sencillas: debían construir una torre con bloques de colores, y el grupo que lograra que su torre fuera la más alta y estable, ganaría. Todos se animaron y formaron equipos. El equipo de Juan se separó en dos grupos, uno que construía rápido y otro que decoraba.

"¡Vení, construí rápido!" - gritaba Juan a sus amigos, mientras ellos apilaban los bloques uno arriba del otro.

"Pero, ¿y si se cae? Hay que pensar en la estabilidad" - dijo Carla, integrante del equipo.

"¡No pierdas tiempo!" - respondió Juan, desestimando las preocupaciones de Carla.

Mientras tanto, en el equipo de Sofia todo era diferente. Cada uno aportaba ideas. "¿Y si hacemos una base ancha?" - sugería Tomás. "Así podremos apilar más bloques sin que se caiga", agregó Valentina entusiasta.

Con cada bloque que colocaban, se escuchaban risas y el apoyo constante. Pero en un momento, la torre de Juan empezó a tambalearse. "¡Cuidado!" - gritó uno de sus amigos, pero fue tarde. La torre se cayó en un estruendo de madera y colores. Juan, frustrado, se cruzó de brazos y miró a su alrededor.

"¡Esto es injusto!" - bufó Juan, mientras que algunos del equipo comenzaron a reírse nerviosamente.

"No podemos rendirnos. Vamos a construir otra vez, pero mejor!" - propuso Carla tratando de animar a sus compañeros.

En el equipo de Sofia, la moral estaba alta. Al ver la caída de la torre de Juan, decidieron ayudarles. Sofia se acercó.

"Hola, Juan, ¿puedo ayudarles?" - preguntó amablemente.

"No, no necesitamos su ayuda" - respondió Juan con un tono enfadado.

Sin embargo, no muy lejos, los miembros de quinto B comenzaron a darse cuenta de que trabajar en equipo era más importante que el resultado. "Che, si seguimos así no vamos a llegar a nada", comentó uno de los amigos de Juan. Luego, decidieron aceptar la oferta.

"Está bien, quizás una mano no venga mal" - admitió Juan, con un leve suspiro.

Entonces, los chicos de quinto A y quinto B se unieron. Comenzaron a trabajar juntos, intercambiando ideas.

"¿Y si apilamos los bloques más pesados en la base?" - sugirió Tomás.

"Sí, así nuestra torre será más fuerte!" - agregó Valentina entusiasmada.

Bajo la luz del sol, los chicos dedicaron su energía a construir. Rieron, chocaron los cinco y aprendieron a escuchar las ideas de todos. Al final, juntos lograron construir una torre altísima. La unión de ambos grupos inspiró a otros a participar.

La señora Ana, que había estado observando, se acercó a ellos con una gran sonrisa. "Estoy orgullosa de lo que hicieron. No solo construyeron una torre, sino también un vínculo de amistad".

Finalmente, aunque el —"concurso"  culminó, lo que realmente ganó fue un lazo especial entre los chicos, donde aprendieron que la cooperación y la amistad hizo que el juego fuera el mejor de todos. El torneo no solo les enseñó sobre la competencia, sino también sobre la importancia de la convivencia y el trabajo en equipo.

Desde entonces, en Villa Cuentos, cada recreo se convirtió en una mágica oportunidad para jugar y aprender juntos, recordando que la verdadera victoria está en la amistad.

FIN.

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