El Gran Juego de la Amistad



En un pequeño pueblo llamado Alegría, había dos amigos inseparables, Tomás y Lucía. Siempre pasaban sus tardes jugando en el parque, explorando el bosque y soñando con aventuras. Un día, escucharon rumores sobre un juego misterioso que prometía premios fantásticos. Intrigados, decidieron investigar y encontraron una extraña cueva en el bosque donde un anciano sabio llamado Don Gervasio les esperaba.

"¡Hola, chicos! Bienvenidos a mi cueva de juegos. Aquí pueden jugar y ganar grandes premios", dijo Don Gervasio, con una sonrisa en su rostro.

Tomás, emocionado, exclamó "¿Qué tipo de juegos?"

"Es un juego de azar. Tiran cartas y pueden ganar mucho, pero también pueden perder todo lo que tienen", respondió el anciano.

Lucía, que era más precavida, preguntó: "¿Es seguro jugar aquí?"

"Todo depende de cómo lo hagan. Hay que jugar con responsabilidad y no dejarse llevar", advirtió Don Gervasio, levantando una ceja.

A pesar de la advertencia, Tomás no pudo resistirse y decidió probar suerte. Lucía, preocupada, optó por observar. En los primeros intentos, Tomás ganó varios premios sorpresa, pero rápidamente se emocionó demasiado y empezó a querer jugar más y más.

"¡Mirá todos estos premios, Lucía! ¡Es increíble!", gritó Tomás, saltando de alegría.

"Pero también podría ser peligroso, Tomás. ¿No ves que corremos el riesgo de perder lo que tenemos?", respondió ella.

Mientras tanto, Don Gervasio observaba con una expresión seria. Siguió el juego y anotó los intentos de Tomás, que poco a poco empezaba a perder.

"Solo un intento más, Lucía, ¡prometo que voy a ganar este!", insistía Tomás. Pero al lanzar las cartas, perdió todo lo que había ganado. La desesperación se reflejó en su rostro.

"¿Viste? , te lo advertí", decía Lucía, preocupada.

Por otro lado, Don Gervasio se acercó a Tomás y le dijo: "El juego puede ser divertido, pero cuando se convierte en una obsesión, los problemas comienzan. A veces, lo más valioso no son los premios, sino la alegría de jugar de forma sana con amigos. Nunca olvides que el juego siempre tiene dos caras".

Tomás asintió, comprendiendo el mensaje. "Tenés razón, Don Gervasio. Me dejé llevar por la emoción y olvidé lo que realmente importa. Gracias por sus advertencias".

Lucía entonces abrazó a su amigo. "Volvamos a jugar al parque, donde siempre nos divertimos juntos sin preocupaciones", propuso.

Así, Tomás y Lucía se despidieron de Don Gervasio y regresaron al parque, donde continuaron sus juegos de siempre. Desde ese día, aprendieron a jugar con moderación, disfrutando de la diversión sin exagerar.

Y así, el pueblo de Alegría se llenó de nuevas aventuras, pero siempre recordando la enseñanza de Don Gervasio: "El juego responsable es disfrutarlo, no dejar que te controle".

Fin.

FIN.

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