El Gran Juego de la Inclusión



En la Escuela del Bosque, un lugar donde la diversidad era el pan de cada día, todos los chicos eran bienvenidos. La maestra Valeria siempre decía: "La inclusión es como un gran abrazo: a todos nos hace sentir bien". Irónicamente, el deporte era el más difícil de incluir.

Un día soleado, la maestra Valeria entró al aula con una noticia emocionante. "Hoy comenzamos con la planificación de nuestra olimpiada escolar!" Todos los chicos aplaudieron emocionados.

"Yo quiero ser el capitán de mi equipo!" gritó Nicolás, un chico muy enérgico.

"No, yo seré el capitán!" respondió Sofía, quien siempre tenía un plan para todo.

"Chicos, ¡tranquilos! Vamos a trabajar juntos!" intervino Valeria.

Así, comenzaron a planear el evento, pero a medida que se acercaba la fecha, surgieron varias preocupaciones. Mateo, un compañero de la clase que usaba silla de ruedas, se sentía algo incómodo con el evento.

"Chicos, ¿qué pasará conmigo en las competencias?" preguntó Mateo.

"No te preocupes, ¡hay juegos que puedes hacer!" le aseguró Sofía.

"Pero, ¿habrá un juego que todos podamos disfrutar juntos?" reflexionó Nicolás.

La maestra Valeria les sugirió: "¿Y si diseñamos algunas actividades para que todos participen?". Al principio, la idea parecía un poco complicada. Algunos chicos pensaban que a los juegos les faltaría emoción. Pero pronto se dieron cuenta de que era posible ser creativos.

"Podemos hacer una carrera de obstáculos amigable que incluya a todos!" propuso Juan, un amigo de Mateo.

"Y un juego de relevos en el que cada uno pase la pelota con diferentes cosas!" añadió Sofía, brillante con sus ideas.

Así, se pusieron manos a la obra, diseñando actividades que incorporaban a cada compañero. Se notaba que habían escuchado a Mateo, pero se fue de su mente cuando un giro inesperado llegó: la primera prueba se acercaba rápidamente. Un día, mientras organizaban los juegos, algunos de los chicos hablaron entre ellos.

"¿De verdad podremos hacer una carrera con Mateo?" se escuchó murmurar a un chico.

"Es complicado, ah, no sé..." agregó otro.

Mateo los escuchó y sintió que su corazón se encogía. ¿Realmente no podría participar?

Pero Sofía, siempre atenta a los sentimientos de los demás, decidió actuar y organizó una reunión para hablar sobre el tema. "Vengan, hay que hacerlo posible!" dijo con entusiasmo. Así que, en una reunión improvisada, presentaron sus ideas para incluir a Mateo y otros niños que necesitaban un poco más de apoyo.

Tras varias pláticas y risas, finalmente el día llegó.

Los juegos realizados eran coloridos, llenos de sorpresas y, lo más importante, eran inclusivos. La primer prueba era una carrera de obstáculos - un recorrido lleno de desafíos, pero con adaptaciones suficientes para todos. Mateo se sintió emocionado, nervioso y feliz a la vez.

"No puedo creer que voy a ser parte de esto!" dijo.

"¡Vamos! ¡A disfrutar!" gritaron sus amigos.

Al comenzar la competencia, los chicos se animaron unos a otros. La carrera fue un éxito rotundo. Todos corrían, reían y se ayudaban, incluso en las caídas. Finalmente, todos cruzaron la meta juntos, aplaudiendo y saltando de alegría. Fue el momento perfecto: los chicos se sintieron como campeones, dando un mensaje poderoso sobre la unión y la inclusión.

Al final del día, la maestra Valeria se acercó a todos y les dijo: "Lo que hemos vivido hoy es sólo el principio. La inclusión no es solo un juego que se hace una vez al año. Es un valor que llevaremos siempre con nosotros".

"¿Y qué tal si hacemos una olimpiada todos los años y siempre hay un lugar para que cada uno participe?" sugirió Nicolás, entusiasmado.

"¡Sí! ¡Eso sería genial!" gritaron a coro.

Desde ese día, el aula no solo se llenó de estudiantes, sino de amigos que valoran la diversidad. Aprendieron que la inclusión puede ser un juego de todos, donde no importa si eres diferente, sino que, juntos, ¡todos ganan! Y así, el Gran Juego de la Inclusión, como lo llamaron, se convirtió en una tradición que perduró por muchos años.

Y los chicos nunca olvidaron el mensaje que, mientras todos jugaran juntos, la verdadera victoria siempre era la amistad.

FIN.

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