El Gran Juego de las Creencias



Había una vez en una pequeña ciudad de Argentina un niño llamado Tomás. Tomás era un chico curioso y lleno de energía, con una gran pasión por explorar el mundo que lo rodeaba. A menudo pasaba sus días jugando en el parque con sus amigos, pero había algo muy especial que lo diferenciaba del resto: Tomás tenía un profundo amor por contar historias.

Un día, mientras jugaban a la pelota en el parque, sus amigos comenzaron a comentarle sobre la competencia de cuentos que se celebraría en la biblioteca del barrio. Tomás se emocionó e inmediatamente decidió participar. No obstante, había algo que lo hacía sentir incómodo.

- “¿De qué vas a contar tu historia, Tomás? ” - le preguntó su mejor amigo, Mateo.

- “Quiero contar una historia sobre cómo las creencias de cada uno nos hacen únicos”, respondió Tomás, con una chispa en los ojos.

Al otro día, Tomás fue a la biblioteca y pudo ver que varios niños estaban sentados, listos para presentar sus cuentos. Sin embargo, notó que algunos de sus amigos no estaban en el grupo, porque habían recibido comentarios raros o burlas por sus propias historias.

- “¿Por qué no están ustedes? ¡Tienen cuentos maravillosos para contar! ” - preguntó Tomás.

- “A algunos les dijeron que nuestras historias no importan, que no son importantes”, compartió Carla, una amiga que siempre contaba cuentos sobre aventuras en el espacio.

Tomás se sintió triste al escuchar eso y decidió que debía hacer algo. Era hora de defender el derecho de todos a contar sus historias.

- “No podemos dejar que nos digan que nuestras historias no importan. Cada uno es especial y merece ser escuchado.” - dijo Tomás con determinación.

Los niños comenzaron a murmurar, y uno de ellos, un chico que siempre escribía sobre criaturas mágicas, agregó:

- “¿Pero qué podemos hacer? ” -

Tomás se detuvo a pensar por un momento, luego sugirió:

- “Organicemos un gran juego de cuentos. Invitaremos a todos. Haremos un espacio donde cada uno pueda compartir su historia, sean grandes o pequeñas.” -

Los niños se sintieron emocionados. La idea de hacer un gran juego donde todos pudieran participar y ser valorados les llenó de energía. Así que comenzaron a planearlo, le dieron nombre al evento: "El Gran Juego de las Creencias".

Con tiempo y dedicación, Tomás y sus amigos pusieron pancartas en el parque, hicieron dibujos coloridos e invitaron a todos los niños del barrio a participar. El día del evento, estaban preparados para compartir sus historias, desde cuentos de hadas hasta leyendas inspiradas en la vida cotidiana, pasando por historias de aventuras y viajes.

Cuando llegó el día, el parque estaba lleno de risas y colores. También asistieron padres y abuelos, que escuchaban con atención. Cada niño, al igual que Tomás, tenía su oportunidad de brillar.

- “¡Aplausos para todos! ”, gritó Tomás después de que cada uno contara su historia.

Algo asombroso sucedió: tras el evento, muchos otros niños que no habían participado anteriormente se acercaron a Tomás y sus amigos, agradeciéndoles por haber creado un espacio donde sentir que sus historias importaban.

- “¡Me encantó el cuento de las criaturas mágicas! ” - dijo una nena con una gran sonrisa.

- “¡Y a mí el de las aventuras en el espacio! ” - agregó otro chico, emocionado.

El Gran Juego de las Creencias se convirtió en una tradición en el barrio. Cada año, todos trabajaban juntos para asegurarse de que nadie se sintiera excluido.

Tomás aprendió que todos tienen algo valioso que aportar y que defender su derecho a ser escuchado es fundamental. Además, fue un gran cuento para contar el día de la competencia en la biblioteca.

Y así, a través de historias, algunos de los niños más reservados también se sintieron seguros para compartir sus propias creencias y sueños. Y aunque Tomás ganó el concurso de cuentos, lo que realmente ganó fue la amistad y la confianza de todos sus amigos.

Aunque había comenzado como un sueño personal, se convirtió en una celebración de la diversidad y la creatividad. Y lo mejor de todo, Tomás vio cómo esa chispa de valentía se transmitía a otros, creando un ciclo de apoyo y alegría, uniendo a todos a través de lo que realmente importa: ser escuchados, ser valorados y encontrar el valor en revelar sus propias historias.

Así, Tomás recordó que cada cuento, cada creencia, cada historia es válida y tiene un lugar importante en el mundo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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