El Gran Juego de las Puertas
Era un día soleado en el pueblo de Rincón Alegre, y todos los niños estaban emocionados porque se acercaba el Gran Juego de las Puertas. Este evento especial lo organizaba el carismático presentador Don Ruperto, conocido por sus locuras y sorpresas. Los chicos se reunieron en la plaza, donde había tres grandes puertas de colores: roja, azul y amarilla.
"¡Bienvenidos, pequeños aventureros!", gritó Don Ruperto. "Hoy podrán ganar un fabuloso premio oculto detrás de una de estas puertas. Pero tengan cuidado, porque detrás de las otras dos hay... ¡un montón de cabras!"
Los niños se reían y anticipaban lo que iba a suceder. Entre ellos estaba Lila, una niña curiosa y valiente, que soñaba con ganar un hermoso patinete de último modelo que había escuchado que estaría detrás de una de las puertas.
"Yo elijo la puerta azul!", exclamó Lila con determinación.
Don Ruperto movió sus manos enérgicamente, señalando las puertas.
"¡Es un excelente elección! Pero antes de abrirla, quiero que elijan a alguien que les dé una pista. Todos, miren atentamente."
Los niños comenzaron a murmurar. Uno de los otros participantes, Tomás, eligió la puerta roja, y Sofía eligió la puerta amarilla. Don Ruperto se acercó a la puerta roja y, abriéndola lentamente, dejó ver a una cabra que parecía muy contenta.
"¡Miren! Detrás de la puerta roja hay una cabra!", anunció Don Ruperto mientras la cabra brincaba de felicidad. "Ahora, Lila, te doy una opción. Puedes quedarte con la puerta azul que elegiste, o cambiarte a la puerta amarilla".
Lila se puso a pensar. Recordó que había escuchado algo sobre un juego en donde cambiar podía ser la mejor opción. Pero, ¿sería eso cierto en esta situación?"¿Qué debería hacer?", se preguntó.
Sofía, que había elegido la puerta amarilla, estaba emocionada mientras decía:
"Vamos, Lila! Cambia a la puerta amarilla!"
Tomás, por su parte, intentaba explicarle su razón para quedarse.
"Pero Lila, ya elegiste. Debes confiar en tu primer instinto!"
Lila se sentía confundida. ¿Era mejor cambiarse o quedarse con lo que había elegido? Al ver a los demás, decidió buscar la respuesta dentro de sí misma. Entonces, se acordó de su abuelo, que le había enseñado sobre las cosas que no siempre son lo que parecen.
"No tengo que seguir lo que dicen los demás. Voy a elegir lo que yo sienta que es correcto", pensó Lila. Con valentía, decidió cambiar a la puerta amarilla.
"Cambio mi elección. Elijo la puerta amarilla!", gritó, y todos los niños se quedaron en silencio por un instante.
"¡Muy bien, Lila!", aplaudió Don Ruperto. Finalmente, llegó el momento de ver qué había detrás de la puerta amarilla. Con un movimiento dramático, Don Ruperto abrió la puerta… ¡y allí estaba el patinete brillante!
Lila no podía creerlo; había acertado. Todos comenzaron a aplaudir y vitorear.
"¡Lo hiciste, Lila! ¡Tienes el premio!", dijeron los amigos.
Don Ruperto, sonriendo, explicó:
"Esto es un gran ejemplo de la Paradoja de Monty Hall, que muestra que a veces, cambiar de decisión puede ser la mejor opción. Lo importante es aprender de cada experiencia. Muchas veces en la vida hay que saber analizar las situaciones y tomar decisiones con sabiduría".
Lila sonriente, con su nuevo patinete, sabía que lo importante no solo había sido ganar, sino también haber aprendido a decidir con criterio y valentía. Ese día, Rincón Alegre se llenó de risas y aprendizaje mientras los niños disfrutaban del juego y la amistad.
Y así, Lila y sus amigos aprendieron que la vida estaba llena de sorpresas, y a veces, lo que parecía el peor camino podía llevar a la mejor recompensa.
FIN.