El gran juego de los cinco colores



En un hermoso pueblo llamado Coloreando, todos los niños del primer grado se preparaban para un día muy especial. Era el día del Gran Juego de los Cinco Colores, un evento que se celebraba una vez al año, donde los niños se dividían en equipos según los colores de su vestimenta.

Ese día, Martín, una niña de siete años, llegó al colegio con una camiseta roja brillante que su mamá le había regalado. "¡Miren mi camiseta!"- gritó feliz. Todos los niños comenzaron a mirarla con envidia.

"¡Qué linda!"- dijo Sofía, su mejor amiga, que llevaba una camiseta azul.

"Gracias, Sofía. Pero tu camiseta también es muy bonita. ¡Hoy vamos a ganar!"- respondió Martín entusiasmada.

El maestro Fernando reunió a todos los niños en el patio. "Hoy, cada equipo jugará una serie de juegos. El equipo que más puntos acumule ganará un premio especial"- explicó.

"¡Sí! ¡Vamos a jugar!"- gritaron todos al unísono.

Así fue como los niños se dividieron en cinco equipos: el rojo, el azul, el amarillo, el verde y el purpura. El equipo de Martín se reía y bromeaba, llenos de energía. "¡Vamos a empezar!"- dijo Martín.

El primer juego fue la carrera de sacos. "¡A la cuenta de tres!"- empezó el maestro.

"Uno... dos... ¡tres!"- todos saltaron con sus sacos y fue un espectáculo muy divertido.

Martín y Sofía estaban muy emocionadas; sin embargo, se dieron cuenta de que el equipo amarillo estaba corriendo muy rápido y parecía que ellos estaban perdiendo.

"¡Vamos, equipo, no se rindan!"- gritó Martín, motivando a sus compañeros.

Aunque no ganaron en esa primera ronda, el espíritu de equipo estuvo presente.

Luego llegó el momento del siguiente juego: la búsqueda del tesoro. El maestro escondió monedas de chocolate por todo el patio. "El equipo que recoja más monedas será el ganador"- anunció. Todos los niños empezaron a correr por todos lados mientras reían y gritaban.

"Miren, ahí hay una bajo el árbol!"- exclamó Sofía. Martín corrió detrás de ella y juntas lograron encontrar varias monedas.

Mientras exploraban, encontraron a un niño de un equipo rival, Mateo, que estaba buscando bajo un arbusto. Se veía triste porque no podía encontrar ninguna moneda.

"¡Hola! ¿Querés jugar con nosotras?"- le preguntó Martín.

"Pero… soy del equipo amarillo"- dijo Mateo con un hilito de voz.

"Eso no importa, ¡jugar es lo más divertido!"- respondió orgullosa Martín.

"¡Sí! Cuantos más seamos, más monedas encontraremos"- agregó Sofía emocionada.

Mateo sonrió por primera vez. "¡Está bien! Vamos a buscar juntos!"- respondió.

El trío se lanzó en una búsqueda por el patio y, con ingenio y cooperación, encontraron muchas más monedas de las que el equipo amarillo había encontrado solo. Finalmente, al terminar el juego, todos los equipos se reunieron para contar sus hallazgos.

El maestro Fernando sonrió y dijo, "No importa quién ganó o quién perdió. Lo más importante es que todos jugaron, compartieron y se divirtieron. Eso es lo que realmente cuenta!"-

Los niños aplaudieron y se dieron cuenta de que no necesitaban ganar para disfrutar el juego. Al final del día, cada uno recibió un premio: un boleto para jugar al Parque de Diversiones que llegaría al pueblo la próxima semana.

Martín, Sofía y Mateo se miraron y, con una gran sonrisa, gritaron juntos: "¡Hasta el próximo Gran Juego de los Cinco Colores!"-

Y así, en Coloreando, aprendieron que lo más divertido de todos los juegos es poder compartir la alegría con otros, sin importar el color de tu camiseta.

FIN.

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