El Gran Juego de los Cuerpos



En la escuela primaria "Los Pequeños Gigantes", la educación física era una de las materias más esperadas. Todos los alumnos estaban emocionados por las actividades que su profesora, la señorita Clara, había planeado para esa semana. Pero había un pequeño detalle: a algunos chicos les daba un poco de vergüenza mostrar su cuerpo en las actividades deportivas. Uno de ellos era Juanito, un niño muy divertido y simpático pero un poco tímido cuando se trataba de jugar sin la camiseta.

Un día, la señorita Clara introdujo un juego nuevo llamado "Las Estaciones de Cuerpo", donde cada estación representaba una parte del cuerpo y se necesitaban habilidades diferentes para completar cada reto. "Esto va a ser genial", pensó la señorita Clara mientras se aseguraba de que todos tuvieran ganas de participar.

Al iniciar el juego, todos los chicos estaban entusiasmados, excepto Juanito, que se quedó un poco al margen.

"¿Por qué no jugás con nosotros, Juani?" - le preguntó su amiga Sofía, que siempre era la más animada.

"No sé, me da un poco de vergüenza" - respondió Juanito, mirando hacia el suelo.

"Pero es solo un juego y todos estamos aquí para divertirnos. ¡Vení!" - insistió Sofía con una sonrisa.

Finalmente, Juanito aceptó y se unió al grupo. La primera estación era "Los Saltos de la Alegría", donde debían saltar como ranas. Todos aplaudieron y se reían, pero Juanito se sintió un poco incómodo al saltar, sintiendo el aire en su piel.

"¡Salta más alto, Juanito!" - gritaron sus compañeros, animándolo.

"Sí, ¡podés!" - le dijeron entusiastas.

Juanito juntó valor y saltó con todas sus fuerzas. La alegría que sintió al ver a sus compañeros aplaudiendo lo hizo olvidar su vergüenza. La siguiente estación era "El Carrera del Cuerpo", donde debían correr en círculo. Esta vez, Juanito se sintió más libre y corrió al lado de Sofía.

Al llegar a la tercera estación, "Los Giros Locos", la cosa se puso divertida. Debían girar sobre sí mismos y hacer movimientos graciosos. Juanito se soltó y empezó a girar como un trompo, por lo que todos comenzaron a reír y a bailar con él.

"¡Mirá a Juanito! Es un bailarín natural!" - exclamó un compañero.

La diversión seguía, y cada estación ayudó a Juanito a sentirse más seguro. La última estación era "La Gran Aventura del Cuerpo", donde los chicos debían trabajar en equipo para escalar un pequeño obstáculo y atrapar una bandera. Era el desafío final y todos querían ganar. Pero, justo en ese momento, aparecieron dos nuevos chicos en clase, que se unieron para jugar.

"¿Podemos participar?" - preguntó un niño de ojos brillantes.

"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, mejor!" - respondió la señorita Clara.

Pero lo que Juanito no sabía era que uno de esos nuevos chicos era muy rápido y quería ganar a toda costa. En el momento en que subieron al obstáculo, ese niño empujó a Juanito accidentalmente y este perdió el equilibrio.

"¡Juanito!" - gritaron sus amigos, preocupados.

Sin embargo, en lugar de desanimarse, Juanito se levantó de inmediato con una sonrisa, sacudiéndose el polvo y diciendo:

"¡Eso no fue nada! ¡Vamos a seguir jugando!"

Sus amigos lo miraron sorprendidos y aplaudieron su valentía. Juanito se convirtió en el líder del grupo y les dijo a los nuevos integrantes:

"La diversión es lo más importante, no solo ganar. ¿Quieren jugar juntos?"

Así, el juego continuó y todos los chicos unieron sus fuerzas. Al final, llegaron a la meta todos juntos, y no importaba quién había ganado. Lo que realmente contaba era que todos se habían divertido y apoyado.

La señorita Clara, viendo la camaradería y el espíritu de juego entre los chicos, sonrió y dijo:

"Esto no se trata solo del cuerpo, se trata del corazón que ponemos en cada juego. ¡Cada uno de ustedes es único y especial en su propio cuerpo!"

Desde aquel día, Juanito nunca volvió a sentir vergüenza al jugar. Aprendió que todos los cuerpos son distintos pero igual de importantes y que la verdadera victoria se encuentra en divertirse y compartir con amigos. La educación física nunca volvió a ser un momento incómodo, sino una oportunidad para celebrar la diversidad de cada uno.

Y así, en "Los Pequeños Gigantes", cada clase de educación física se convirtió en un gran juego de cuerpo y corazón, donde cada niño se sentía valioso y aceptado.

Al finalizar el curso, todos recordaron el juego de las estaciones y, sobre todo, aprendieron que hay fuerzas en su interior que los hacen únicos y fuertes, no solo físicamente, sino también emocionalmente.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!