El Gran Juego de los Ratoncitos



En un frondoso bosque lleno de árboles altos y flores de colores, dos ratoncitos, Rulo y Lulu, correteaban de un lado a otro, disfrutando de su día soleado. Eran los mejores amigos y siempre encontraban formas de divertirse.

"¡Mirá qué hermoso día! Vamos a jugar a las escondidas", propuso Rulo con entusiasmo.

"¡Sí! Pero yo seré la que cuenta primero", respondió Lulu mientras se tapaba los ojos con sus pequeñas patitas.

Rulo se escondió rápidamente detrás de un arbusto grande. Lulu contó hasta diez y, cuando terminó, empezó a buscarlo entre los árboles y las rocas.

"¿Dónde te has metido, Rulo?", gritó emocionada.

Al poco tiempo, encontró a Rulo, quien se había comenzado a reír de su escondite.

"¡Te encontré!", exclamó Lulu mientras salía a su encuentro.

Ambos se rieron y decidieron turnarse en los juegos. Después de varias rondas de escondidas, empezaron a jugar a ser exploradores, e imaginaban que eran aventureros en busca de tesoros escondidos.

"¡Mirá! Allí hay un camino que nunca hemos recorrido! Vamos a investigar", sugirió Rulo con ojos brillantes.

"¡Sí! Tal vez encontremos algo sorprendente", respondió Lulu, emocionada.

Los dos ratoncitos se adentraron en un sendero que conducía a un claro lleno de flores extrañas. En medio del claro, encontraron un objeto brillante que hacía destellos bajo el sol.

"¿Qué es eso?", preguntó Lulu, acercándose con cautela.

Cuando llegaron más cerca, vieron que era un pequeño espejo en el que se reflejaban los dos ratoncitos.

"¡Mirá! ¡Es como un portal mágico!", exclamó Rulo.

"No es un portal, es un espejo, Rulo. Pero podemos imaginarnos que es mágico", corrigió Lulu sonriendo.

Ambos comenzaron a contar historias y a inventar aventuras sobre cómo podrían atravesar ese espejo y llegar a un mundo de maravillas. En su juego, hablaban de dragones, castillos y tesoros escondidos.

De repente, escucharon un crujido en los arbustos detrás de ellos. Ambos se quedaron quietos y miraron hacia la fuente del ruido. Apareció un gran búho, que los miraba con curiosidad.

"¿Qué hacen dos pequeños ratones como ustedes aquí en el bosque?", preguntó el búho con voz grave.

"Estamos explorando, señor Búho. ¿Ha visto algo mágico por aquí?", respondió Rulo, un poco asustado.

"La magia está en los corazones de quienes juegan y sueñan. Pero deben tener cuidado, ya que aventurarse demasiado también puede ser peligroso", dio una advertencia el búho.

Lulu miró a Rulo y luego al búho.

"No queremos ir a un lugar peligroso. Solo queremos divertirnos y ser valientes como los héroes de nuestras historias”, dijo con firmeza.

"Eso está muy bien, pequeños. Pero la valentía también implica saber cuándo regresar y cuidar de uno mismo", aconsejó el búho mientras aleteaba suavemente sus plumas.

Los dos ratoncitos se sintieron un poco más responsables. Aunque el juego era emocionante, entendieron que también debían ser sabios.

"¡Vamos a jugar un poco más y luego regresamos a casa, Rulo!", sugirió Lulu, llenándose de energía.

"Sí, pero prometamos no alejarnos demasiado. Después de todo, siempre podemos volver a este lugar brillante cuando queramos", añadió Rulo, y ambos estuvieron de acuerdo.

El búho sonrió y les dio su bendición. Luego, continuaron su aventura en el claro, jugando y riendo mientras el sol comenzaba a bajar por el horizonte.

Al final del día, cuando decidieron volver, Rulo y Lulu aprendieron que la verdadera magia de la amistad y la aventura es disfrutar cada momento mientras se tiene cuidado y se valoran las enseñanzas del camino.

"Hoy fue el mejor día de todos", dijo Lulu mientras se alejaban hacia su hogar.

"Sí, y siempre estará en nuestros recuerdos, porque somos grandes aventureros", concluyó Rulo.

Y así, con corazones llenos de sueños y nuevas experiencias, Rulo y Lulu regresaron a su hogar, esperando que mañana fuera un nuevo día lleno de diversión y aventuras en su bosque mágico.

FIN.

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