El Gran Juego de los Sentimientos



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía la familia Pérez. La familia la conformaban papá Carlos, mamá Marta y sus dos hijos, Sofía y Tomás. Un día, Marta decidió organizar un día especial en casa para fortalecer los lazos familiares a través del juego y la comunicación.

- “¡Chicos! ”, llamó Marta mientras servía limonada. “Hoy vamos a hacer un juego muy divertido llamado ‘El gran juego de los sentimientos’. ¿Están listos? ”.

- “¡Siiii! ”, gritaron Sofía y Tomás al unísono.

Marta explicó las reglas: cada uno tenía que compartir un sentimiento y luego todos tendrían que adivinar qué podían hacer para ayudar a ese sentimiento a mejorar. Así, comenzaría la aventura.

Sofía fue la primera.

- “Yo me siento... un poco triste porque mi amiga no pude venir a jugar”, dijo con la mirada cabizbaja.

- “Podemos hacer un dibujo para ella y llevárselo”, sugirió Tomás.

- “¡Sí! Podemos hacerle una tarjeta de amistad”, exclamó Sofía, sonriendo de nuevo.

Después de hacer la tarjeta, era el turno de Tomás.

- “Yo me siento un poco nervioso porque tengo que presentar un trabajo en la escuela”, confesó con voz temblorosa.

- “Podés practicarlo con nosotros”, propuso Carlos.

- “¡Y después haremos una merienda rica! ”, agregó Marta.

Tomás se sintió más tranquilo al practicar su presentación con el apoyo de su familia. El sentimiento de nerviosismo se desvanecía poco a poco.

- “¡Gracias! Me siento mucho mejor”, dijo Tomás con una gran sonrisa.

Luego fue el turno de Carlos.

- “Yo me siento un poco cansado porque he estado trabajando mucho”, mencionó.

- “Podemos hacer un día de descanso en familia el fin de semana, ¡solo juegos y diversión! ”, sugirió Sofía;

- “¡Me encanta la idea! ”, respondió Marta.

Finalmente, llegó el momento de que Marta compartiera su sentimiento.

- “Me siento muy feliz porque estamos juntos y podemos hablar abiertamente, pero a veces siento que debemos pasarlo más al aire libre”, confesó.

- “Podemos hacer un picnic en el parque este domingo”, sugirió Tomás.

- “¡Sí! ¡Sería genial! ”, dijo Sofía emocionada.

El juego continuó con risas y diálogos sobre sentimientos, mejorando la conexión entre ellos. Sin embargo, al final de la tarde, surgió un giro inesperado.

- “¿Por qué no hacemos una nueva regla? ”, propuso Sofía.

- “¿Cuál? ”, preguntó Carlos.

- “Que entre cada uno de nosotros, el que adivine bien puede elegir el próximo juego que hagamos. ¡Así todos participamos! ”, sugirió Sofía entusiasta.

- “¡Esa es una idea brillante! ”, exclamó Tomás.

Al principio, la familia se sintió intrigada por esta nueva regla. Pero a medida que los sentimientos fueron fluyendo y se permitieron tiempos de descanso y diversión, comprendieron que lo más valioso era el amor y la comunicación que existía entre ellos, no solo los juegos en sí.

Así pasaron la tarde, entre juegos de mesa, dibujos y planes para futuros pasatiempos, manteniéndose unidos y aprendiendo sobre sí mismos a través de la comunicación. Reconocieron que hablar sobre sus sentimientos era un juego en sí mismo, casi tan divertido como cualquier otro.

Desde ese día, la familia Pérez continuó organizando su Gran Juego de los Sentimientos en cada ocasión especial, convirtiendo las conversaciones sinceras en una tradición familiar que aseguraba el amor y la contención entre todos ellos.

Los días siguieron transcurriendo entre juegos y charlas, y al fin y al cabo, cada juego les ayudó a conocerse un poquito más, fomentando un hogar lleno de amor, comprensión y risas. Así se dieron cuenta de que el verdadero juego era vivir juntos y apoyarse en todo momento, haciendo de su familia un gran equipo.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado, recordándonos que la comunicación y la contención son esenciales para la felicidad en la familia.

FIN.

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