El Gran Juego de Tutifruti de Aylin



Era un lindo día soleado en la escuela primaria, y Aylin, la maestra de primer grado, estaba emocionada por la actividad que había preparado para sus alumnos. Había decidido armar un juego de tutifruti, donde los chicos tendrían que pensar rápidamente en palabras que comenzaran con diferentes letras. Pero cuando fue a buscar los objetos que había reunido para decorar el aula y hacer que el juego fuera aún más divertido, se dio cuenta de que todo estaba desordenado y faltaban varias cosas.

"¡Oh no!", exclamó Aylin, buscando bajo su escritorio y en los armarios. "¿Dónde están mis tarjetas, mis dibujos, y mis colores?". Con un suspiro, decidió que necesitaba ayuda.

"Voy a llamar a mis amigas del colegio. Seguro que ellas tienen algunas ideas para encontrar lo que necesito", pensó Aylin con esperanza.

Tomó su celular y les envió un mensaje a Laura y Mariana:

"¡Chicas! Necesito su ayuda urgente. Estoy armando un juego de tutifruti para mis alumnos, pero no encuentro mis objetos y el tiempo corre. ¿Pueden venir?"

Minutos después, ambas amigas llegaron corriendo al aula, muy animadas y listas para ayudar.

"No te preocupes, Aylin. Vamos a encontrar todo lo que necesitas", dijo Laura, sonriendo.

"Sí, ¡tengo algunas ideas! Podemos hacer tarjetas con papeles de colores y dibujar objetos nosotros mismas!", añadió Mariana.

Aylin se sintió aliviada y contenta de tener a sus amigas a su lado. Juntas comenzaron a buscar en el aula, revisando cada rincón, pero no había ninguna señal de los objetos desaparecidos.

"Tal vez se cayeron en el patio durante el receso", sugirió Laura. La idea les pareció brillante, así que decidieron salir al patio a investigar.

Mientras buscaban, Aylin vio que algunos de sus alumnos estaban jugando a atrapar mariposas.

"Hola chicos, ¿han visto algunos papeles de colores por aquí?" preguntó curiosa.

"Sí, maestra, ¡los vimos volar! Una mariposa se los llevó", respondió un niño con una gran sonrisa.

La cabeza de Aylin se llenó de ideas.

"¿Creen que podríamos jugar a atraparlas usando nuestras propias manos y colores? Así, inventamos algo nuevo para el tutifruti!" propuso.

Mariana gritó emocionada:

"¡Eso sería genial! En vez de buscar los objetos que no tenemos, ¡vamos a crear nuestros propios materiales!"

Volvieron al aula y empezaron a reunir hojas de papel, tubos de cartón y, con un poco de pintura, dieron vida a sus propios colores. El aula pronto se llenó de risas y creatividad mientras los chicos ayudaban a decorar los papeles.

Una vez que tuvieron todos los materiales listos, Aylin y sus amigas explicaron el nuevo juego.

"¡Bienvenidos al Gran Juego de Tutifruti!", comenzó Aylin.

"En lugar de buscar objetos, vamos a usar lo que hicimos. Cada vez que alguien tire el dado, deberá pensar en una palabra que empiece con la letra que salió, y luego todos juntos crearemos algo divertido que tenga que ver con esa palabra."

Los alumnos aclamaron entusiasmados:

"¡Siiii! ¡Queremos jugar!"

Y así comenzó el juego. A cada turno, los niños proponían palabras como —"gato" , "ratón" y "cama," y entre todos, hacían dibujos y hacían ruidos de los animales que nombraban.

Al final, no solo aprendieron palabras nuevas, sino que también se divertían sin parar, creando una experiencia única.

Cuando el timbre sonó y los chicos comenzaron a irse, Aylin miró a sus amigas y a sus alumnos, y sonrió al darse cuenta de que aunque había comenzado el día buscando unos objetos perdidos, había terminado con un recuerdo maravilloso lleno de risas y creatividad.

"Gracias a todas, fue un día increíble", dijo Aylin.

"¡Y también a ustedes, chicos! Ustedes son los mejores!"

"Hasta mañana, maestra Aylin!", gritaron los alumnos mientras se iban, con sonrisas en sus rostros y muchas ganas de jugar de nuevo cada día.

Aylin se dio cuenta de que lo más importante no eran los objetos con los que había planeado el juego, sino las ideas y la diversión compartida, y eso era lo que realmente hacía feliz a su aula.

FIN.

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