El Gran Juego del Nene que No Compartía



En un barrio lleno de risas y juegos, vivía un nene llamado Mateo. Tenía 7 años, una sonrisa encantadora y una gran colección de juguetes. Sin embargo, había un pequeño problema: a Mateo le costaba mucho compartir.

Un día soleado, Mateo estaba jugando en su parque favorito. Tenía su autito de carreras, el más veloz de todos, y se estaba divirtiendo un montón.

"¡Mirá, soy el rey de la velocidad!" - gritaba Mateo mientras corría con su autito.

De repente, llegaron Lucas y Sofía, dos amiguitos del barrio.

"¡Hola, Mateo! ¡Podemos jugar juntos con tu autito!" - dijo Lucas emocionado.

Mateo se detuvo y miró a sus amigos. No pudo evitar sentir un pequeño nudo en el estómago.

"No sé... es mi autito, y si lo rompen..." - contestó Mateo, abrazando el juguete como si fuera un tesoro.

Sofía se acercó.

"Pero, Mateo, jugar juntos es mucho más divertido. Podemos hacer una carrera o una pista gigante. ¡Imaginá las aventuras!" - sugirió Sofía con una amplia sonrisa.

Mateo frunció el ceño. Le encantaba la idea de crear una pista, pero le costaba dejar que otros tocaran sus cosas. Entonces decidió seguir jugando solo.

No pasó mucho tiempo antes de que Lucas y Sofía encontraran otros juegos, e incluso en el parque comenzaron a hacer su propia pista de carreras con palos y piedras. Mateo, desde una distancia, veía cómo se reían y parecían disfrutar mucho.

"¡Esto no es justo!" - murmuró Mateo para sí mismo. Así que se acercó a ellos, un poco tímido.

"¿Puedo... puedo jugar con ustedes?" - preguntó finalmente.

Lucas y Sofía se iluminaron al verlo acercarse.

"¡Claro, vení!" - respondió Lucas. "Estamos haciendo una pista. ¿Querés compartir tu autito para que pueda correr en ella?"

Al principio, Mateo dudó. Pensó en lo que pasaría si alguien rompía su autito. Pero al mismo tiempo, sintió la emoción de poder jugar con sus amigos y ser parte de algo divertido.

"Está bien, voy a compartir mi autito. Pero tengamos cuidado, ¿sí?" - dijo Mateo sonriendo, mientras se unía a sus amigos.

Cuando Mateo les entregó su autito, sintió como si soltaba un gran peso de encima. Lucas y Sofía hicieron una pista espectacular con hojas, piedras y ramas, ¡y hasta inventaron un trofeo hecho de un sello de goma!"¡Y el ganador se lleva este super trofeo!" - gritó Sofía con entusiasmo.

Mateo, al animarse a compartir, comenzó a disfrutar de la diversión y la alegría que le daban sus amigos. Jugar se volvió una gran aventura. Hicieron carreras, risas y hasta retos de acrobacias con el autito de Mateo.

Al final del día, todos estaban cansados pero muy contentos. Mateo se dio cuenta de algo muy importante.

"Chicos, ¿saben qué? Compartir es genial. Gracias por invitarme a jugar y por dejarme ser parte de esto." - dijo Mateo, con una gran sonrisa.

Lucas y Sofía sonrieron de vuelta.

"¡Siempre! Jugar juntos es más divertido que jugar solos, ¿verdad?" - dijo Lucas.

"Sí, de verdad lo es. ¡Vamos a hacer más juegos así!" - agregó Sofía, mientras comenzaban a planear su próxima aventura.

Y así, Mateo aprendió que lo más especial de los juguetes era poder compartir la diversión y crear recuerdos con sus amigos. Desde ese día, Mateo no solo aprendió a compartir sus juguetes, ¡sino también a disfrutar de cada momento juntos!

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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