El Gran Juego del Parque
Era un lindo día de primavera en Villa del Río. El sol brillaba alto en el cielo y los árboles estaban llenos de flores. Pablo, un niño de ocho años, salió de su casa con su mochila cargada de libros y, por supuesto, su pelota favorita, una brillante esfera de colores.
Cuando Pablo llegó a la escuela, se encontró a sus amigos, Lucas y Sofía, en el patio. Los tres se emocionaron al ver la pelota de Pablo.
"¡Che, Pablo! ¿Hacemos un picadito antes de entrar a clase?" - sugirió Lucas, moviendo su cabeza con entusiasmo.
"¡Sí! Pero no me la rompan, es mi favorita" - respondió Pablo, apretando su pelota entre las manos.
Mientras jugaban, un perrito que pasaba por allí, un pequeño labrador dorado llamado Max, se unió a ellos. Max parecía muy interesado en la pelota, ladrando y corriendo tras de ella.
"¡Mirá! El perro quiere jugar también!" - dijo Sofía riendo.
"Dale, dejémoslo participar," - propuso Pablo, lanzando la pelota hacia Max.
Max la atrapó con su bocota y corrió de vuelta, como si se sintiera el rey del mundo. Los chicos rieron y siguieron jugando, haciendo al perro parte de su juego.
Todo iba bien hasta que, de repente, la pelota salió disparada y rodó hacia el jardín de la escuela, donde había un gran pozo lleno de flores y arbustos espinosos. Los chicos miraron preocupados.
"No puede ser, ahora no vamos a poder jugar más..." - se lamentó Lucas.
"Voy a buscarla," - dijo Pablo, decidido. Sin embargo, cuando se acercó al pozo, escuchó un leve gemido.
Curioso, miró por encima y vio que, ¡Max había caído al pozo!"¡Max! ¿Estás bien?" - gritó Pablo, alarmado.
"¡Ayuda! No puedo salir," - respondió Max, moviendo su cola en un intento de parecer más valiente.
Los amigos se miraron preocupados.
"¿Qué hacemos?" - preguntó Sofía, con los ojos grandes.
Pablo pensó rápido.
"¡Ya sé! Usaremos la soga de la clase de educación física. ¡Rápido!" - exclamó mientras corría hacia el gimnasio.
Lucas y Sofía lo siguieron. Una vez en el gimnasio, con ayuda de su profesor, encontraron una larga soga y también un balde para intentar sacar al perrito. Con esfuerzo, lograron atar la soga al balde.
"Listo, ahora hay que llenarlo de piedras para que baje," - explicó Pablo.
"Pero, ¿y si se asusta?" - se preocupó Sofía.
"Debemos mostrarle que no tiene que tener miedo. ¡Max, agárrate fuerte!" - gritó Pablo mientras lanzaban el balde al pozo.
Little by little, the kids began to hoist the bucket. Max, gritando a la vez con alegría y miedo, logró agarrarse de él.
Con un gran esfuerzo, finalmente lograron sacar a Max del pozo. Todos gritaron de alegría y el perrito se sacudió, cubriendo a Pablo de barro.
"¡Lo logramos!" - exclamaron todos al unísono.
"¡Gracias, chicos!" - ladró Max, que ya estaba un poco más tranquilo.
Después de asegurarse de que Max estaba bien, volvieron al patio.
"Creatividad e ingenio en acción, Pablo. ¡Sos un verdadero héroe!" - elogió Sofía, sonriendo.
"Sí, y ahora tenemos un cuarto jugador para nuestro partido" - dijo Lucas dándole una palmada a Max.
Ese día, los chicos no solo aprendieron sobre el juego y la amistad, sino que también aprendieron a cuidar y respetar a los animales, y cómo cada uno, a su manera, puede ser un héroe en situaciones difíciles. Al final del partido, Max se convirtió en el mascotín oficial de su grupo.
Así, bajo el cálido sol de primavera, Pablo, Lucas, Sofía y Max siguieron jugando, riendo y aprendiendo juntos, no solo sobre deportes, sino sobre la importancia de ayudar a los demás, ya sean amigos humanos o de cuatro patas. Y así, el parque se llenó de risas y alegría, mientras el sol seguía brillando alto en el cielo azul.
FIN.