El Gran Juego del Parque



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Villa Verde. Las familias se reunían en el parque central para disfrutar del día. Entre risas y charlas, los niños correteaban por todo el lugar, ansiosos por jugar.

"Mamá, ¿podemos jugar a la escondida?" - preguntó Lucas, un niño de ocho años con una gran sonrisa.

"Claro, hijo, pero primero tenemos que esperar a que llegue Clara" - respondió su mamá, mientras observaba a los otros niños jugar en los columpios.

Clara era la mejor amiga de Lucas, y no había juego completo sin ella. Cuando finalmente llegó, con su cabello recogido en dos coletas, se unió rápidamente al grupo.

"¡Vamos! ¿A quién le toca contar?" - gritó Clara, mirando a todos sus amigos.

Los chicos decidieron que sería Lucas quien contara. Entonces, él cerró los ojos y comenzó a contar mientras los demás se escondían.

"Uno, dos, tres..." - Lucas contaba, y los niños corrían en todas direcciones, buscando el mejor escondite.

Mientras tanto, una pequeña ave de plumajes vivos, un cardenal, posó su mirada curiosa sobre los niños desde una rama cercana.

Una vez que Lucas terminó de contar, salió en busca de sus amigos. Pero, mientras los buscaba, se dio cuenta de algo sorprendente: el cardenal estaba volando de árbol en árbol, guiando a Lucas hacia el camino correcto.

"¡Mirá, chicos! ¡El pajarito nos está ayudando!" - exclamó Lucas emocionado.

Todos lo miraron, intrigados por la situación. Decidieron seguir al cardenal, y este los condujo hacia un rincón del parque que nunca habían visto.

"¿Dónde estamos? Esto no es el parque" - dijo Clara, con ojos muy abiertos.

"No lo sé, pero es hermoso" - respondió Lucas, maravillado por el lugar lleno de flores y unos juegos de madera increíbles.

Los chicos se dieron cuenta de que habían encontrado un pequeño parque secreto, lleno de tesoros naturales. Comenzaron a jugar allí, dejando atrás el juego anterior.

"¡Es como un nuevo mundo!" - gritó Clara mientras se lanzaba por un tobogán de madera.

Sin embargo, el cardenal tenía la intención de llevar a los niños a un nuevo desafío. Los llevó a un pequeño lago en el que había un barco de remo que nadie había visto antes. Esto emocionó a Lucas.

"¡Vamos a remar!" - dijo, ya pensando en la aventura que les esperaba.

"Pero, ¿y si no sabemos cómo?" - cuestionó Clara, un poco asustada.

"Podemos aprender juntos, como siempre hacemos" - respondió Lucas, mostrando su confianza.

Hopla, entre risas y chapoteos, los niños comenzaron a aprender a remar. El cardenal los observaba desde una rama, como si fuera su maestro.

En el camino, se encontraron con otros niños del pueblo que también habían descubierto este maravilloso lugar. Se unieron todos al desafío y al final, comenzaron un gran juego de carreras en el agua.

"¡Que gane el mejor!" - gritó uno de los nuevos amigos, mientras todos reían y competían.

Después de un rato, el sol comenzó a esconderse detrás de las montañas, y era hora de regresar. Los niños, llenos de alegría, comenzaron a caminar de vuelta al parque habitual, pero no sin antes despedirse del cardenal, que voló por el aire, como si entendiera que había sido parte de una experiencia inolvidable.

"¡Gracias, pajarito!" - dijeron todos juntos, mirando cómo se alejaba.

Esa noche, Lucas y Clara se sentaron en sus casas y no podían dejar de hablar sobre la aventura. Decidieron que cada semana explorarían un lugar nuevo en el parque.

"¡Jugar y descubrir es lo mejor del mundo!" - dijo Lucas con una gran sonrisa.

Y así, los niños aprendieron que a veces es bueno alejarse de lo habitual, para poder encontrar nuevos espacios, nuevas amistades y sobre todo, nuevas maneras de disfrutar de la vida y la naturaleza a tu alrededor. Desde ese día, tanto los niños como el cardenal, se volvieron inseparables en sus juegos y aventuras.

FIN.

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