El Gran Juego del Patio
Era un brillante día en la escuela y los niños y niñas, con sus mochilas llenas de libros y dibujos, estaban listos para el descanso. El patio de juegos se llenó de risas, gritos de alegría y el sonido del balancín. Allí estaban Belén, Diego y Lila, un trío de amigos inseparables.
"¡Bicicletas!", gritó Belén, soltando su mochila.
"¡Vamos a hacer carrera!", propuso Diego, emocionado.
"Me parece bien, pero no podemos olvidarnos de Lila!", respondió Belén mientras buscaba a su amiga.
Lila estaba observando cómo jugaban otros niños y tenía una idea diferente en mente.
"Chicos, ¿y si hacemos algo más divertido?", dijo Lila con una sonrisa traviesa.
"¿Qué te parece, Lila?", indagó Diego, intrigado, mientras su cabello brillante se movía al viento.
"Podemos inventar un juego nuevo: el juego de las bolitas brillantes!", exclamó Lila.
Belén y Diego la miraron con atención.
"¿Cómo se juega?", preguntó Belén, muy interesada.
"Primero, necesitamos conseguir algunas bolitas que brillen. Si encontramos, al menos diez, podremos hacer dos equipos y jugar a ver quién las encuentra más rápido en el patio, ¡y el equipo ganador tiene derecho a elegir el próximo juego!", explicó Lila con entusiasmo.
El equipo se dividió en dos: Diego y Lila juntos, mientras que Belén se unió a Lucas, el chico más alto de la clase. Después de acordar la cuenta de bolitas, corrieron en direcciones diferentes.
Mientras buscaban, Lila se dio cuenta de que Diego estaba un poco más lento que ella.
"¿Estás bien, Diego?", preguntó Lila, preocupada.
"Sí, estoy bien. Solo me detuve a mirar algo. ¡Mira!", dijo Diego emocionado mientras levantaba una canica brillante del suelo.
Ambos comenzaron a buscar junto a las sombras de los árboles y detrás del tobogán. Por su parte, Belén y Lucas corrían buscando por cada rincón.
"¡Acá hay otra bolita!", gritó Belén con alegría al encontrar otra.
"Vamos, Belén, tenemos que encontrar más", alentó Lucas, apurado.
Mientras tanto, de repente, llegó un grupo de niños más grandes que comenzaron a jugar a la pelota cerca de ellos, haciendo que una de sus pelotas rodara hacia el área de Belén y Lucas.
"¡Cuidado!", gritó Lucas, aterrorizado al ver la pelota venir. Pero Belén, más rápida, se lanzó a recogerla.
"¿Se la devolvemos?", preguntó Belén.
"Sí, pero primero debemos encontrar las bolitas!", respondió Lucas, decidido.
Cada grupo siguió buscando, pero Lila tuvo una idea brillante.
"Diego, ¡hablemos con los chicos de la pelota! Tal vez ellos tengan algunas bolitas para intercambiar!", sugirió Lila.
"¡Vale! Vamos a intentarlo!", respondió Diego con determinación.
Se acercaron a los jugadores de la pelota y Lila, con su tono más amable, les habló.
"Hola, chicos, ¿podemos intercambiar algunas bolitas brillantes por una pelota?".
Los chicos de la pelota se miraron y empezaron a reír.
"¿Bolitas?", dijo uno, "¿Pero qué es eso?".
"Son preciosas y pueden brillar muchísimo. Entonces, ¿hay algún acuerdo?", insistió Lila, mostrando su alegría.
Los chicos finalmente aceptaron cambiar dos pelotas por algunas bolitas brillantes. Lila y Diego volvieron al juego, emocionados.
"¡Lo logramos!", gritó Diego mientras entregaba las bolitas a Belén.
"Juntos somos un equipo formidable", dijo ella.
"¿Cuántas tenemos ahora?", preguntó Lila.
"Con las que encontramos debemos de tener ¡doce!", dijo Lucas con orgullo.
Formaron equipos de nuevo y, con sus bolitas brillantes, comenzaron a jugar, riendo y divirtiéndose. Al final, la escuela sonaba a diversión en el patio de juegos donde la baldosa crujía al sonido de las risas de los niños.
Al terminar el juego, Belén, Diego y Lila se sentaron juntos para descansar.
"La verdad, ¡fue un día espectacular!", dijo Lila feliz.
"Eso fue brillante, un gran juego!", concluyó Diego con una sonrisa.
"Lo mejor es que estuvo lleno de nuevas ideas y trabajo en equipo!", agregó Belén.
Desde ese día, todos aprendieron que siempre podían divertirse mejor juntos, y no importaba cuántas ideas diferentes tuviesen, lo más importante era disfrutar cada momento en el patio de juegos.
FIN.