El Gran Juego del Recreo



Era un soleado día en la escuela primaria, el recreo había comenzado y los alumnos de 4to grado corrían felices por el patio. Sin embargo, algo inusual estaba por suceder. Un grupo de chicos estaba formando una línea para jugar al fútbol en la cancha, y otro grupo quería jugar al escondite en el mismo lugar. La tensión comenzaba a elevarse.

"¡Yo quiero jugar al fútbol!" - gritó Tomás, sacudiendo su camiseta de color verde.

"Pero nosotros ya estábamos antes, queremos jugar al escondite" - intervino Valentina, con su peinado de dos coletas.

Los dos grupos comenzaron a discutir, cada uno defendiendo su derecho al juego. Los demás alumnos comenzaron a mirar y a murmurar. En medio de la discusión, apareció Lucas, un chico que siempre trataba de mediar entre sus compañeros.

"Chicos, ¿no podemos hacer algo para divertirnos todos juntos?" - sugirió Lucas, levantando las manos para calmar los ánimos.

Pero la disputa ya había escalado.

"¡Es injusto!" - dijo Agustín, que estaba muy emocionado por jugar al fútbol.

"Sí, no entiendo por qué tenemos que dividirnos así." - añadió Carla, que no sabía de qué lado ponerse.

Finalmente, después de varios intercambios de palabras, Decidieron hacer una asamblea improvisada en el recreo. Se sentaron en círculos en el césped, y Lucas propuso una idea brillante.

"¿Qué tal si jugamos un juego que combine ambos? Podríamos hacer una especie de 'fútbol escondido'." - Lucas dijo con una gran sonrisa, mientras dibujaba en la tierra con un palo.

"¿Fútbol escondido? ¿Cómo sería eso?" - preguntó Martina, levantando una ceja.

"Es simple. Un equipo se esconde y el otro tiene que encontrarlos, pero deben pasarse el balón entre ellos para ganar puntos. Cuando te encuentran, te unís al equipo que te encontró y jugas con ellos. Al final, el equipo que más puntos tenga gana." - explicó Lucas, emocionado.

La propuesta generó murmullos entre los chicos. En un principio, hubo dudas, pero la idea comenzó a entusiasmar a todos.

"Me gusta, ¡hagámoslo!" - gritó Tomás, mientras se alistaba para jugar.

"Sí, sería divertido!" - añadió Valentina.

Y así, todos comenzaron a organizarse. Se dividieron en equipos, y cuando sonó la campana del recreo, no solo habían jugado al fútbol y escondido, sino que también habían aprendido a trabajar en equipo y a resolver conflictos.

Durante el juego, los alumnos rieron, gritaron y aplaudieron cada vez que alguien hacía un buen pase o encontraba a un compañero escondido. El patio lleno de alegría se había convertido en un lugar de unión.

Al final del día, Lucas dijo:

"Vieron, ¡no hace falta pelearse para divertirnos! A veces, con un poco de creatividad, podemos hacer que todos nuestros deseos se cumplan."

Los chicos asintieron, y aunque hubo un ganadora, lo mejor de todo fue que habían jugado juntos, riendo y disfrutando del rato. Ya no había más conflictos, solo un grupo de compañeros dispuestos a crear nuevas aventuras juntos.

Esa tarde, mientras se iban a casa, cada uno llevaban en su corazón no solo la victoria, sino una importante lección: lo mejor de cada juego es disfrutarlo en buena compañía y que siempre es posible encontrar un camino para unir a los amigos, incluso cuando las cosas se complican. Desde ese día, el fútbol escondido se convirtió en el juego favorito de 4to grado, y en cada recreo, todos recordaban cómo un simple conflicto se transformó en una gran diversión.

FIN.

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