El Gran Juego del Rey Árbol



En un pequeño pueblo lleno de colores y risas, había un majestuoso árbol llamado Benito. Benito era un gran roble con ramas que parecían tocar el cielo, y todos los niños del pueblo acudían a jugar a su sombra. Un día, Martín, un niño curioso y aventurero, decidió que quería inventar un juego especial que celebrara la amistad y el trabajo en equipo.

Martín reunió a sus amigos, Clara, Tomás y Lucía, y les dijo:

"¡Chicos! Hoy vamos a crear el mejor juego del mundo. ¡Lo llamaremos 'Rey Árbol'!"

Todos se entusiasmaron y empezaron a pensar en las reglas. Después de mucho brainstorming, acordaron que uno de ellos sería el 'Rey Árbol', y los demás tendrían que realizar diferentes desafíos para demostrar su valía y ser coronados como el próximo Rey Árbol.

"¿Y qué desafíos vamos a hacer?" preguntó Clara.

"Podemos hacer una carrera, un juego de adivinanzas y un reto de construir algo!" propuso Tomás.

Comenzaron el juego, y el primer reto era una carrera alrededor del hermoso Benito. Todos corrieron, pero Martín, que al principio estaba decidido a ganar, se distrajo viendo a una mariposa que danzaba entre las flores. Mientras tanto, Lucía, que había estado corriendo con determinación, llegó primero.

"¡Yo soy el Rey Árbol ahora!" gritó Lucía alzando los brazos al cielo. Los demás aplaudieron y rieron. Lucía se sentó en una pequeña rama baja del árbol como si fuera un trono.

El próximo reto era un juego de adivinanzas. Tomás se convirtió en el 'Adivino'. Hizo preguntas sobre animales, alimentos y cosas del bosque. Todos se divertían adivinando, pero Clara realmente se destacó.

"¡Es un pájaro!" gritó Clara enérgicamente cuando Tomás describió su animal favorito, un loro tropical.

"¡Correcto!" exclamó Tomás. "¡Eres increíble, Clara!"

Mientras el juego avanzaba, llegó una señora mayor que solía tejer en la plaza del pueblo, llamada Doña Rosa. Ella observó desde la distancia y se acercó a los niños.

"¿Qué están haciendo, pequeños?" preguntó con una sonrisa.

"Estamos jugando a 'Rey Árbol' para ver quién será el rey del día, Doña Rosa!" respondió Martín entusiasmado.

"¡Qué divertido! Pero, ¿se han acordado de incluir una prueba de ayudar a los demás en su juego?" les sugirió Doña Rosa.

Los chicos se miraron y comenzaron a pensar. Fue entonces cuando Clara tuvo una idea brillante.

"¡Podríamos ayudar a recolectar hojas secas y hacer una corona para el Rey Árbol!"

Todos acordaron y se pusieron a trabajar. Con cada hoja que recogían, contaban historias sobre la belleza de la amistad, el valor de ayudar a los demás y lo importante que era cuidar de su querido Benito.

Después de un rato, habían creado una hermosa corona de hojas doradas. Cuando terminaron, se sentaron alrededor de Benito y miraron su obra.

"Este juego se volvió más divertido porque aprendimos a ayudar y a compartir", dijo Martín con una gran sonrisa.

"Sí, ¡y la corona es super linda!" agregó Tomás, admirando el trabajo en equipo.

Al final del día, decidieron que el verdadero Rey Árbol no era uno solo, sino todos ellos juntos, por lo que se coronaron mutuamente y levantaron la corona al viento como símbolo de unidad.

"El Rey Árbol somos todos, ¡por siempre!" gritaron al unísono. Y así, bajo el hermoso roble Benito, los niños entendieron que lo más importante no era quién ganaba, sino el viaje que realizaron todos juntos.

Desde aquel día, el Gran Juego del Rey Árbol se volvió tradicional en el pueblo, y los niños siempre recordarían que la verdadera realeza se encuentra en la amistad y la colaboración. Benito seguía siendo su testigo y siempre susurraba a quienes lo escucharan sobre el valor de la unión y el juego compartido.

FIN.

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