El Gran Juego del Río Verde
En un rincón mágico de la selva, donde el río Verde serpenteaba entre los árboles y las flores llenaban el aire con su fragancia, un grupo de niños del pueblo se reunía cada sábado para jugar. Su sitio favorito era la orilla del río, donde la diversión nunca faltaba y siempre aparecían aventuras emocionantes.
Un día, mientras los niños jugaban a arrojar piedras al agua, una pequeña rana llamada Renata se les acercó.
"¡Hola, chicos!" - croó Renata, saltando de una piedra a otra.
Los niños no podían creer lo que estaban viendo.
"¿Una rana hablando? ¡Esto es increíble!" - exclamó Tomás, el más aventurero del grupo.
"Sí, yo soy Renata, la rana conversadora. Y tengo una idea para un juego que involucra a todos los animales del río. ¡Quieren participar?" - preguntó Renata.
Los chicos se miraron emocionados.
"¡Sí, sí! Cuéntanos más, Renata," - dijo Sofía, la soñadora del grupo.
Renata les explicó que el juego consistiría en un gran concurso de talento donde cada animal del río mostraría sus habilidades. El que ganara sería coronado como el Rey o la Reina del Río Verde.
"Entonces, ¿deben ayudarnos a convocar a todos los animales?" - preguntó Mónica, una pequeña aventurera con una gran sonrisa.
"Exactamente. Pero hay un pequeño problema..." - dijo Renata, un poco preocupada. "Los animales están un poco asustados porque el río ha estado un poco revuelto últimamente. Necesitamos que los convenzan de que todo estará bien."
Los niños decidieron que debían enfrentarse a este desafío. Con la ayuda de Renata, cada uno tomó un papel en la misión. Así que juntos, comenzaron a recorrer la orilla del río, llamando a los animales.
Primero, encontraron a Tico, el pez payaso.
"¡Hola, Tico! Queremos hacer un concurso de talentos. ¡Es una gran oportunidad!" - gritaron los niños juntos.
"No sé... el agua ha estado un poco movida. No me siento seguro." - respondió Tico, moviendo su cola nerviosamente.
Fue entonces cuando Sofía se le acercó.
"Si te unes, podrás demostrar lo rápido que nadas. Será divertido y emocionante. ¡Imagínate ser el pez más famoso del río!"
Los ojos de Tico brillaron.
"Está bien, ¡me uno!" - dijo.
Siguieron el camino y encontraron a Olmo, el héron que estaba en una rama.
"Olmo, necesitamos tu talento para el concurso. Tu manera de volar es increíble. ¡Todos te quieren ver!" - animaron los chicos.
"La verdad, no sé...", dijo Olmo mirando al cielo. "Pero es que a veces me da miedo caer."
Francisco, el más valiente de los niños, lo motivó:
"Si caes, ¡te levantas! Eso es parte de la diversión, y nosotros estaremos ahí para aplaudirte. ¡Solo imagina lo que podrás contarle a los demás!"
Olmo pensó por un momento y decidió:
"¡Está bien, lo intentaré!" - respondió, desplegando sus alas con determinación.
Con cada animal que encontraban, los niños les dejaban claro que jugar y compartir era lo más importante. Uno a uno, fueron convenciendo a sus amigos. La tortuga Tatu, el loro Pipo, y hasta el perezoso Lucho se unieron al gran concurso.
Finalmente, llegó el día del evento. Todos los animales se reunieron a la orilla del río. La energía era contagiosa. Los niños sintieron que habían logrado algo especial al unir a tantos amigos.
Renata, emocionada, dijo:
"¡Bienvenidos al Gran Juego del Río Verde! Cada uno de ustedes tiene un talento especial y es hora de mostrarlos. ¿Quién quiere empezar?"
Tico fue el primero, nadando velozmente en círculos, mientras los niños aplaudían. Después vino Olmo, que hizo una pirueta magnífica en el aire. Cada animal superaba las expectativas y la diversión aumentaba.
Finalmente, llegó el turno de Lucho, el perezoso.
"A veces me tomo mi tiempo, pero puedo ser muy divertido" - dijo Lucho con una mirada pícara. Comenzó a moverse lentamente y los chicos comenzaron a reírse.
"¡Más lento, más lento!" - gritó Tomás entre risas.
"¡Soy un experto en el arte de la tranquilidad!" - dijo Lucho humorísticamente mientras todos aplaudían.
Cuando terminó la presentación, todos los animales y los niños aplaudieron a rabiar.
Renata se dirigió a ellos:
"Hoy, cada uno de ustedes ha ganado. Porque se atrevieron a ser ellos mismos y mostraron el valor que hay en la amistad y el trabajo en equipo. ¡Esto es lo que hace grande al Rey del Río!"
Los niños y animales compartieron risas y abrazos, y decidieron que desde ese día, el Gran Juego del Río Verde se celebraría una vez al mes.
Todos regresaron a sus casas con el corazón lleno de alegría y la certeza de que lo más importante de cualquier juego es compartir momentos juntos, superando los miedos y apoyándose.
— Y así el río Verde se volvió un lugar de risas, amistad y valentía para siempre.
FIN.