El Gran Juego En El Bosque
Había una vez en un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de todos los colores, un grupo de animales que disfrutaban de jugar juntos. Estaba Roco, el conejo saltarín, Lila, la zorra astuta, y Tomás, el oso cariñoso. Un día, decidieron organizar un gran juego.
"¿Qué tal si armamos una búsqueda del tesoro?" propuso Roco.
"¡Me encanta la idea! Pero necesitamos más amigos para jugar," dijo Lila.
"Claro, ¡cuantos más seamos, mejor!" agregó Tomás emocionado.
Así, los tres amigos se pusieron a buscar a los otros animales del bosque. Encontraron a Carla, la tortuga lenta, y a Hugo, el pájaro cantor.
"¿Quieren jugar con nosotros? Vamos a hacer una búsqueda del tesoro!" gritó Roco.
"¡Sí! ¡Sí!" cantó Hugo.
"Creo que tengo una buena idea para el tesoro,” dijo Carla con su voz pausada.
Los animales decidieron que el tesoro serían frutas deliciosas que conseguirían de diferentes lugares del bosque. Entonces, hicieron un mapa. Pero en un rincón del bosque, vivía un animal solitario, el pequeño jabalí llamado Tito, que siempre parecía estar triste.
"¿Por qué no invitamos a Tito?" sugirió Lila.
"Sí, todos podemos ser compañeros y jugar juntos," respondió Tomás.
Los amigos se acercaron a Tito, quien estaba mirando las hojas caer.
"Hola, Tito! Estamos organizando una búsqueda del tesoro. ¿Quieres unirte a nosotros?" dijo Roco.
"¿Yo? Pero nunca he jugado con ustedes..." titubeó Tito.
"¡Sí, por supuesto! Todos están invitados, no queremos que nadie se sienta fuera," respondió Lila con una sonrisa.
A Tito le brillaron los ojos. "¡Está bien! ¡Voy!" dijo emocionado.
Así, los seis amigos comenzaron su búsqueda. Cada uno tomó una parte del mapa y se distribuyeron las tareas. Roco saltaba ágilmente, Lila utilizaba su astucia para encontrar caminos, Tomás ayudaba a todos con su fuerza, mientras que Carla miraba con calma, y Hugo volaba alto para ver todo. Tito, al principio algo tímido, empezó a aportar ideas.
"Creo que deberíamos buscar debajo de aquel gran árbol. Siempre hay frutas ahí," dijo Tito.
"¡Genial idea!" exclamó Roco.
Cuando llegaron al árbol, encontraron fresas deliciosas, pero había un problema. Estaban demasiado altas para llegar.
"No puedo alcanzarlas..." se lamentó Lila.
"Yo intentaré, pero soy muy bajito", dijo Tito, dudando.
"No te preocupes, podemos ayudarnos entre todos,” animó Tomás.
Entonces, juntos idearon un plan. Tomás se agachó, Lila subió sobre su espalda, y Roco saltó a la altura.
"¡Casi puedo tocarlas!" gritó Lila.
"¡Toma esta rama, te ayudaré!" dijo Tito, empujando una rama hacia ella.
Con un esfuerzo grupal, lograron bajar las fresas, y todos se alegraron.
"¡Lo logramos! ¡Gran trabajo, equipo!" se emocionó Roco.
El día continuó lleno de risas, juegos y más frutas. Juntos encontraron manzanas, peras y hasta algunas nueces. Pero cuando ya estaban por acabar, se dieron cuenta de algo increíble.
"¡Faltan las naranjas!" exclamó Carla.
"Yo sé dónde hay un naranjo cerca del río," dijo Hugo.
Así que decidieron ir a buscar las naranjas. Pero al llegar al río, se sorprendieron al ver que había un gran charco.
"No podremos cruzar..." se quejó Lila.
"No se preocupen, yo puedo nadar" dijo Hugo.
"Pero no todos podemos..." se lamentó Roco.
Ahí fue cuando Tito dio otra idea. "¡Podemos hacer una balsa!"
"¡Genial! Yo tengo algunas ramas largas," dijo Tomás.
"¡Y yo puedo ayudar a atarlas!" dijo Carla.
Con el trabajo en equipo, construyeron una balsa y todos pudieron cruzar el charco con seguridad. Al llegar al naranjo, recolectaron naranjas y regresaron al claro del bosque.
"¡Qué gran día!" exclamó Roco.
"¡Sí! ¡Gracias a todos, especialmente a Tito por unirse a nosotros!" dijo Tomás.
"Y por sugerir cómo llegar a las naranjas" agregó Carla.
"Desde ahora, nunca más jugaré solo," sonrió Tito, feliz de haber encontrado nuevos amigos.
Y así, celebraron su día con frutas y risas, aprendiendo que cada uno tiene algo especial que aportar, y que siempre es mejor jugar juntos sin dejar a nadie afuera.
FIN.