El Gran Lío de la Educación Física



Era una hermosa mañana de sol y el aire fresco llenaba el patio de la escuela. Los alumnos estaban ansiosos por la clase de educación física, donde el profesor Ricardo les había prometido una jornada llena de juegos y carreras. Daniel, Franco, Dario y William llegaron saltando de alegría, listos para disfrutar.

"¡No puedo esperar más para jugar al fútbol!" - dijo Franco entusiasmado.

"Sí, pero yo quiero que este sea el mejor partido de todos y tenemos que organizarnos bien" - agregó Dario.

"¡Yo traeré los conos!" - exclamó William.

"Y yo llevaré la pelota" - finalizó Daniel.

Los cuatro amigos comenzaron a armar el campo de juego con entusiasmo. Mientras unos colocaban los conos, otros discutían sobre las reglas que seguirían. La emoción estaba en el aire y pronto dividieron dos equipos.

El partido comenzó y risas y gritos resonaban en el aire.

"¡Vamo' que nosotros ganamos!" - opinó Dario mientras corría tras la pelota.

"¡No tan rápido, Dario, que te la quito!" - gritó William desde el otro lado.

Todo iba bien hasta que, por un malentendido, Dario le pasó la pelota a alguien del equipo contrario, originando un ligero caos.

"¡Che, eso no era parte del plan!" - se quejó Franco mientras se cruzaba de brazos.

"¡Lo hice sin querer!" - se defendió Dario, apenado.

La tensión aumentó y, sin darse cuenta, todos comenzaron a culpabilizarse unos a otros.

"Si no hubieras gritado tanto, no me habría despistado" - lanzó Daniel al aire.

"No soy yo, ¡es que a veces no te escucho!" - replicó Dario un poco molesto.

"¡Esto es culpa de todos!" - añadió William, también frustrado.

Las risas y las sonrisas se apagaron, y pronto, el juego se convirtió en un gran lío de recriminaciones. Aun así, el profesor Ricardo observaba desde lejos, sabiendo que era un momento clave que necesitaba intervención.

Se acercó a ellos.

"¿Qué está pasando aquí, muchachos?" - preguntó con voz firme, pero comprensiva.

"Es que..." - comenzó Daniel, pero el profesor lo interrumpió.

"Espero que no me digan que están discutiendo por un juego. Recuerden que el deporte se trata de divertirse y trabajar en equipo."

Entendiendo la situación, el profesor decidió que era el momento de un nuevo enfoque.

"Voy a proponer algo. Formen un gran círculo, ¡y explíquenme cómo podrían solucionar esto juntos!"

Al principio, los chicos se miraron entre sí con incredulidad, pero lentamente comenzaron a sentarse en círculo y expresaron sus sentimientos.

"Yo sólo quería ganar y me frustré..." - admitió Dario.

"Yo quiero disfrutar jugando con ustedes, no pelear" - dijo William.

"Me siento mal por haber gritado y culpar a los demás" - confiesa Daniel.

"Y yo no debería haberme puesto así de celoso" - finalizó Franco.

El círculo se llenó de disculpas y risas, y pronto volvieron a la esencia del juego: la diversión.

"¿Qué tal si hacemos un nuevo reglamento donde todos tengan la oportunidad de jugar?" - sugirió Franco.

"¡Sí! Y acordemos que nadie se queda enojado, ¿sí?" - añadió Dario con la sonrisa vuelta.

Así, con una nueva perspectiva, el cuarto volvió a jugar. Esta vez, no se trataba solo de ganar, sino de disfrutar juntos. Todo el patio resonaba con risas y alegría, y Daniel, Franco, Dario y William comprendieron que los amigos siempre están primero, y que con comunicación y comprensión, cualquier problema se puede solucionar.

La clase terminó y el profesor Ricardo los felicitó.

"Recuerden chicos, la amistad y el trabajo en equipo son los mejores trofeos que podemos conseguir."

Desde ese día, Daniel y sus amigos no solo se hicieron aún más unidos, sino que siempre se acordaron de ser comprensivos y comunicativos, haciendo cada clase de educación física aún más divertida y emocionante.

FIN.

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