El Gran Lobo y la Ciudad de los Animales



En una ciudad muy especial, donde los animales eran los que gobernaban, vivía una gran variedad de criaturas. En la Plaza del Arco Iris, los pájaros cantaban alegres, los conejos jugaban a atrapar la luz del sol y las tortugas organizaban sus competiciones de velocidad, que, aunque lentas, eran siempre muy emocionantes.

Un día, mientras la ciudad disfrutaba de un hermoso día soleado, un gran lobo llegó, caminando con la cabeza erguida y una mirada intrigante. Su pelaje era gris, sus ojos amarillos brillaban como el oro, pero su presencia causó un revuelo inmediato.

El primer animal que lo vio fue Bicho, un pequeño loro muy curioso.

"¡Miren! ¡Un lobo! ¿Qué hace aquí en nuestra ciudad?" - gritó con su voz chillona.

Los animales se fueron agrupando, llenos de miedo y desconfianza. La noticia se esparció rápido y todos comenzaron a murmurar.

"Quizás viene a comernos," - dijo Sole, una despistada ardilla que siempre pensaba en lo peor.

"O tal vez sólo está perdido," - sugirió Peluso, el conejito más valiente de todos.

El lobo, escuchando el murmullo de los animales, levantó su voz por encima del ruido.

"¡Hola! No quiero hacerles daño. Estoy buscando un lugar donde pueda ser libre. He viajado mucho y no tengo un hogar."

Los animales se quedaron en silencio. Algunos nunca habían hablado con un lobo, mientras que otros no sabían qué pensar. Fue entonces que Bicho decidió volar un poco más cerca.

"¿Lobo? ¿Pero por qué tendrías que quedarte aquí? Esta es una ciudad de animales, no de lobos."

El gran lobo suspiró.

"Lo sé, pero he visto en otras ciudades a animales de todo tipo viviendo en armonía. No quiero pelear. Solo busco un lugar donde pueda ser parte de algo."

Peluso, que era muy valiente, decidió acercarse un poco.

"Quizás podríamos ayudarte a encontrar un lugar. ¿Qué te parece hacer una prueba? Si realmente no quieres hacer daño, entonces podrías probar... ¡ser nuestro amigo!"

Los demás animales miraron a Peluso sorprendidos.

"¿Amigo de un lobo?" - dijo Sole.

"Sí, así como lo oyen. Podemos enseñarle sobre nuestro mundo y, si él quiere, ¡podemos ser amigos!" - insistió Peluso.

Después de un momento de reflexión, el lobo respondió con voz suave.

"Me encantaría tener amigos. Pero hay una condición: tengo que demostrar que quiero hacerlo bien. ¿Qué opinan?"

Los animales se miraron entre ellos. Finalmente, Bicho voló alto y gritó.

"¡Está decidido! ¡Que el lobo demuestre su bondad!"

Así comenzó una semana de desafíos. El lobo, que se llamaba Lobo Raya, ayudó a construir casas para los pájaros, cuidó los jardines de los conejos, y compartió su fuerza para mover cosas pesadas. Poco a poco, los animales comenzaron a dejar de lado sus temores.

Una tarde, mientras todos estaban disfrutando de una fiesta en la Plaza del Arco Iris, ocurrió algo inesperado. Una tormenta repentina apareció, y un fuerte viento comenzó a soplar, llevando el sombrero de Bicho lejos.

"¡Ayuda! ¡Mi sombrero!" - chilló Bicho, volando tras él.

"¡Bicho, vuelve!" - gritaron en coro los demás animales, preocupados.

Pero el pequeño loro, en su afán de atrapar su sombrero, se quedó atrapado en una rama. Era demasiado alto, y no podía salir. Todos los animales miraron preocupado, pero Lobo Raya no dudó.

"¡Déjenme ayudar!" - dijo, y sin pensarlo dos veces, saltó y trepó hasta la rama. Con mucho cuidado, liberó a Bicho.

"¡Gracias, Lobo Raya! ¡Eres un héroe!" - gritó Bicho, emocionado.

Esa noche, mientras todos se acomodaban en sus camas, los animales se dieron cuenta de que el gran lobo había ganado su amistad. Ya no era un extraño; era uno de ellos.

"Quizás no hay que juzgar a alguien por su aspecto," - dijo Sole.

"Sí, y lo más importante es que aquí, entre todos, hemos creado una gran familia," - agregó Peluso.

Y así, el Gran Lobo y la Ciudad de los Animales aprendieron que, aunque las diferencias pueden asustar, la amistad siempre puede superar el miedo. Desde ese día, Lobo Raya vivió feliz en la ciudad, probando que la bondad puede cambiar corazones y unir hasta a los más diferentes.

FIN.

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